Desde luego no puede decirse que los primeros seis meses de Gregorio Villalabeitia en la presidencia de Kutxabank hayan discurrido de forma tranquila. Todo lo contrario, la sucesión de escándalos y los cambios propios de cualquier fase de relevos han afectado a la imagen del banco y generado tensiones internas. Más noticias en el suplemento especial elEconomista País Vasco
Estas tensiones ajenas al negocio bancario han ido simultáneas con la presentación de unos resultados económicos bastante modestos, ya que en el primer trimestre del año el banco vasco ganó 54,1 millones, lo que supone sólo un 0,4% más que el mismo periodo del año anterior.
El escándalo Kutxabank, sobre los supuestos pagos irregulares del banco en la época de Mario Fernández al socialista Mikel Cabieces, ha afeado la trayectoria de una entidad que nunca se había visto salpicada por escándalos económicos. A pesar de investigar las irregularidades y de difundirlas, después Kutxabank no formalizó denuncia alguna, a pesar de lo cual el expresidente Mario Fernández advirtió que su respuesta sería contundente y que no suele dejar heridos. Tampoco favoreció el buen clima alrededor de Gregorio Villalebitia la polémica sobre su sueldo, de 800.000 euros anuales, que a pesar de estar por debajo de profesionales de su rango, socialmente no fue bien percibido e incluso el lehendakari Urkullu cuestiono la cifra.
La última gran decisión de Villalabeitia ha sido el nombramiento de Javier García Lureña como consejero delegado, lo que ha supuesto la salida de Sánchez Asiaín, con quien no conecto Villalabeitia, con las tensiones que ha implicado.
Reducción costes personal
El nuevo consejero delegado de Kutxabank, García Lureña, conoce bien la entidad, pero tiene ante sí dos retos simultáneos. Los accionistas de Kutxabank quieren más rentabilidad, más dividendo para sufragar sus Obras Sociales. Esto se traducirá en una presión para obtener más ingresos y otra para reducir gastos, también los de personal, con lo que ello supone.