La inteligencia compartida

Laureano Simón, promotor de Oncomatrix

En la nueva Economía basada en el Conocimiento, en la que la gestión de la Propiedad Intelectual es ya una de las claves del valor presente y futuro de una empresa, compartir el Conocimiento debería ser materia obligada en cualquier institución o empresa; y si el trabajo que se desarrolla está relacionado con la salud, mayor es esa obligación.

Hasta hace unos años, los modelos de negocio de las empresas comenzaban y terminaban en la propia compañía. Se estudiaba lo que hacía la competencia en materia de I+D, para intentar adelantar los resultados y alcanzar así una mayor cuota de mercado. Era un sistema cerrado en el que no se valoraba la posibilidad de colaborar con el vecino, ni se contemplaba compartir el conocimiento, y mucho menos con un potencial competidor.

Fue el Profesor Henry Chesbrough quien definió por primera vez un modelo de gestión conocido como Open Innovation (Innovación Abierta). Esta estrategia de innovación y gestión empresarial, en la que las empresas cooperan con otras empresas e instituciones académicas para avanzar en proyectos de Investigación y Desarrollo Industrial, la aplican ya numerosas empresas del ámbito de la Salud.

Este modelo de trabajo, basado en la colaboración y la innovación abierta para lograr una óptima generación y conversión de Conocimiento en Productos Sanitarios que ayuden a combatir enfermedades tan devastadoras como la metástasis tumoral, es el que empleamos en Oncomatryx, desde su fundación en el año 2009. La innovación abierta tiene muchísimas ventajas, pero no es un camino de rosas; las dudas y los problemas surgen cuando hay que poner en práctica la teoría. Desde el momento en que nace una idea y se convierte en un proyecto, hay que coordinar esfuerzos, diferentes mentalidades, intereses y objetivos. Más allá de un problema de deslocalización geográfica, que es todavía una barrera, pese al fabuloso desarrollo de las telecomunicaciones, hay que sincronizar agendas en múltiples husos horarios, diseñar, compartir y coordinar protocolos unificados de establecimiento de hitos, ejecución de tareas, elaboración de informes para la difusión interna de los resultados y, todavía más difícil, explotación industrial y comercial de los resultados obtenidos, bien sean en forma de propiedad intelectual o de productos tangibles. A pesar de los riesgos y la dificultad de este proceso, quienes tomamos buena nota de lo que defendió Chesbrough somos ahora conocedores y testigos de lo vital que es gestionar la innovación de una manera abierta. Ya no hay marcha atrás. Universidades y centros de investigación deben por su parte adaptar su oferta de Ciencia, Tecnología y Conocimiento a este nuevo modelo, de manera que puedan ofrecer nuevas perspectivas y soluciones a las compañías que lo utilizan o que querrían utilizarlo.

En Oncomatryx llevamos ya años apostando por este modelo de Innovación Abierta como el camino para avanzar al ritmo que demanda nuestra Sociedad. Hemos liderado una nueva e innovadora vía de tratamiento del cáncer, encaminada a atacar no las células tumorales, sino las células que facilitan la invasividad y resistencia del tumor. Los anticuerpos terapéuticos que aportan a nuestros compuestos la especificidad, y por tanto los bajos efectos secundarios, han sido desarrollados en el Instituto de Biotecnología de la Universidad de Stuttgart y producidos industrialmente en los laboratorios ingleses de la empresa Lonza; las moléculas citotóxicas que aportan eficacia antitumoral a nuestros compuestos han sido desarrolladas y producidas en la empresa austríaca Tube Pharmaceuticals y en la empresa francesa PxTherapeutics, con la colaboración de la Universidad de Valladolid; la conjugación de los anticuerpos terapéuticos y las moléculas citotóxicas se ha desarrollado y realizado a nivel industrial en la empresa inglesa Piramal, en colaboración con las Universidades de Bolonia y Turín; la eficacia y especificidad de estos compuesto se ha evaluado in vitro en los laboratorios de Oncomatryx, como control de calidad del proceso, en modelos celulares en el CIC-Biogune y en modelos animales en la empresa alemana Proquinase y en el CNIO. La coordinación de todos estos agentes realizada por los científicos y gestores de Oncomatryx, en colaboración con asesores externos clínicos y científicos, ha permitido el desarrollo y validación preclínica de una nueva generación de compuestos antitumorales que presentan una gran eficacia y especificidad y, es más, que un tiempo de 2 años se haya realizado un trabajo que habría consumido al menos el doble de tiempo y hubiese requerido una estructura de personal e infraestructura no sólo enormemente costosa, sino también extremadamente difícil de conseguir..

Este caso de éxito muy pronto será seguido por otras muchas empresas, de muy diferentes tamaños y sectores de actividad. Es, y debe ser, historia, el modelo clásico de investigación y desarrollo en el seno aislado de la empresa. Tenemos que abrir no sólo la innovación, sino también la mente de los profesionales que gestionamos la innovación y las empresas y descubrir que la innovación abierta y compartida será un éxito mayor cuantos más pilares la soporten.

Lareano Simón, promotor de Oncomatrix

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