
Últimamente, en respuesta al desgraciado aumento de las crisis empresariales, a todos nos ha tocado ser testigos de numerosas concentraciones de personas afectadas por el drama que supone ver peligrar el puesto de trabajo, bajo el lema 'en defensa del empleo'. Reflexionando sobre ello y sobre cuál podría ser el orden de nuestras demandas, creo que para defender el empleo deberíamos preocuparnos también por salvaguardar la empresa y, la verdad, tengo la impresión de que raramente tenemos oportunidad de ver pancartas 'en defensa de la empresa'.
Como no podría ser de otro modo, quien reclama sus derechos en una situación difícil tiene toda nuestra comprensión pero, independientemente de ello, a veces observamos posturas que creo no contribuyen a salvaguardar el empleo como 'concepto' sino las condiciones o una parte del mismo. Esto puede conducir, en ocasiones, a posiciones rígidas por parte de los diferentes agentes sociales y las consecuencias se ven posteriormente, a medio plazo, con el debilitamiento de la productividad de las empresas y, por tanto, el de su capacidad de generación de puestos de trabajo, a costa de beneficios corporativistas en el corto plazo.
A menudo personas o colectivos, con indudables valores, y actuando de buena fe, cometen errores apremiados por la necesidad de obtener de manera más o menos inmediata resultados concretos. Mientras esto ocurre, el resto permanecemos paralizados, como acomplejados, sin capacidad de crítica y nuestros líderes actúan de idéntico modo (realmente no sé quién es reflejo de quién), marcando esta perversa espiral en la que todo es perfecto y las cosas pasan porque tenían que pasar: nadie ha hecho nada mal y si lo hubiera hecho es políticamente incorrecto decirlo.
Si realmente lográramos desprendernos de estos complejos quizás podríamos dar respuesta a algunas cuestiones, y perdonen por mi obsesión con lo políticamente correcto. Si fuéramos capaces de identificar, con independencia de la 'camiseta que vista', a quien actúa negligentemente o, simplemente, no actúa, seguro que mejorábamos. En esta coctelera, ante situaciones de dificultad, podemos incluir tanto a gestores que aplican la 'huida hacia adelante' poniendo en grave riesgo proyectos empresariales que generan empleo, como a sindicatos que en algunos casos imponen medidas de rigidez que lastran la competitividad, y a legisladores (y aplicadores de la ley) que, posiblemente porque nuestro sistema no facilita que se pueda hacer de otro modo, plantean unos procesos tan extremadamente garantistas en situaciones de crisis que imposibilitan la pronta toma de medidas para salvaguardar la parte viable de los negocios y de las empresas en dificultad.
Deberíamos hacer el esfuerzo de realizar una autocrítica sincera y determinar cuáles de nuestras conductas y comportamientos contribuyen de manera positiva a ese fin común que supone la reducción del desempleo forzoso que ahoga nuestra sociedad, y cuáles se convierten en verdaderos obstáculos para alcanzar dicho objetivo. Si lo hiciéramos así, nos daríamos cuenta de que en numerosas ocasiones nuestras acciones no se corresponden con nuestras bienintencionadas voluntades y, lo que es peor, sabiendo que eso es así, nos escudamos en ideologías y doctrinas sociales y/o políticas, que muchas veces enmascaran nuestros propios intereses creados, para perseverar en el error, en el conflicto permanente, y en la confrontación como modelo de solución para nuestros problemas.
Espero que en el futuro, y con la lección de esta crisis en nuestra memoria, podamos plantearnos una defensa de la empresa como verdadera generadora de riqueza y empleo. Una confidencia: no confío del todo en ello, pero no me he resistido a decirlo. ¡Ojalá me equivoque!
Oscar Sánchez, socio director de Norgestion