La economía vasca resiste bien… a día de hoy. Cosa diferente es cómo estará a pocos meses vista, porque hacer una prospectiva a medio plazo en los tiempos que corren es muy complicado y arriesgado.
Todos somos conscientes de las enormes y variadas 'turbulencias' globales que, una semana sí y otra también, dificultan sobremanera los análisis lineales.
Y máxime, cuando la irrupción de una nueva variante del covid ha provocado importantes caídas en los mercados de todo el mundo y nos mantiene en vilo nuevamente a todos.
En todo caso, y para 'avanzar' algo, lo que sí podemos decir es que, hasta ahora, parecía que se iba imponiendo un escenario de progresiva recuperación, aunque las perspectivas se han moderado con respecto a lo que esperábamos que ocurriera hace tan solo un mes escaso.
Por un lado, los altos precios de la energía, el desabastecimiento de materias primas, y el atasco en el suministro de productos clave para nuestra economía - fruto del 'cuello de botella' mundial tras la intensa reactivación de la demanda-, están generando problemas muy serios a nuestro tejido productivo.
Habrá que ver cómo afecta todo esto al balance final del año.
Por otra parte, la inflación amenaza con amargarnos las navidades. Ya está por encima del 5% según los últimos datos de noviembre, lo que supone un claro riesgo de generar una espiral de precios y salarios que termine por desestabilizar aún más la incipiente recuperación.
En ese sentido, la negociación en la empresa se presenta como un reto para frenar esa deriva, tratando de buscar pactos siempre, cada uno en función de sus posibilidades, y desde luego, basados en el equilibrio entre quienes ven cómo la cesta de la compra se encarece mes a mes, y quienes, además de sufrir esa carestía en primera persona, también buscan asegurar el futuro de la empresa.
La clave, seguramente, esté en entenderla como un proyecto compartido.
Es cierto que, según el consenso de instituciones y expertos que velan por su control, esta inusual alza de precios es algo pasajero que remitirá a corto o medio plazo. Pero también es verdad que, ya hoy, supone una seria amenaza para nuestra recuperación.
Asimismo, no ocultaré nuestra inquietud por otros factores del día a día en las empresas, que entorpecen claramente su desarrollo.
Por ejemplo, un alto índice de absentismo laboral – sin comparación con ninguna economía de nuestro entorno – y unas relaciones laborales que, en Euskadi, el sindicalismo mayoritario sigue centrando más en la confrontación radical que en la colaboración y el entendimiento. Son 'hechos diferenciales' que, sin duda, nos hacen perder atractivo para las inversiones tractoras.
En cuanto al medio y largo plazo, también nos preocupan otras cosas.
Por ejemplo, no saber aprovechar las transiciones históricas en marcha con el apoyo de los fondos europeos.
También están los cambios en ciernes sobre la reforma laboral con muchos capítulos abiertos. Cuantas más dificultades, rigidez y obligaciones se impongan a las empresas, mucho más complicado será crear puestos de trabajo.
Y, además, nos inquieta la evolución de la demografía vasca. Desde hace tiempo venimos repitiendo insistentemente en que las empresas vascas tienen dificultades crecientes para contratar, a pesar de que tenemos una importante bolsa de desempleados.
Al ya conocido desfase entre la oferta educativa y lo que pide la empresa vasca (algo que desde hace años estamos consiguiendo rebajar gracias al trabajo conjunto con Gobierno, FP y universidades vascas), se añaden las previsiones demográficas para las próximas décadas que nos sitúan ante uno de nuestros mayores desafíos como sociedad: el de no colapsar por falta de relevo generacional.
El riesgo es que en 20 o 30 años nos quedemos sin personas suficientes y, además, sin la cualificación necesaria para afrontar nuestra transformación competitiva. Formación y demografía deberían formar ya, de manera urgente, parte de la agenda institucional del país.
En resumen, 2022 asoma con muchos desafíos por delante. Quizá por eso, me gustaría una vez más, refrendar nuestro compromiso con el país y, también, reivindicar nuestra aportación al bienestar colectivo mediante las inversiones que generamos, el empleo que creamos y los impuestos que pagamos
Algunos parecen querer olvidar el papel que juegan las empresas en este país. Nosotros nos sentimos orgullos de nuestra contribución al bienestar de todos.