Opinión

La biomasa del olivar como garantía frente a apagones y dependencia energética

En los últimos días, el debate sobre la estabilidad del mix energético ha cobrado especial relevancia, particularmente tras los recientes episodios de apagones y la creciente preocupación por la dependencia de fuentes renovables intermitentes como la solar y la eólica. Estas tecnologías, aunque esenciales para la transición energética, están sujetas a las variaciones climáticas, lo que puede comprometer la continuidad del suministro eléctrico en momentos de alta demanda o condiciones adversas. En este contexto, la biomasa del olivar se posiciona como una alternativa estratégica, ofreciendo una generación de electricidad estable, segura y con capacidad de almacenamiento, lo que la convierte en un pilar clave para la seguridad energética.

A diferencia de la energía solar o eólica, la biomasa no depende de las condiciones meteorológicas, ya que los subproductos del olivar -como el hueso de aceituna, el orujillo o la poda- están disponibles de forma predecible y constante cada campaña. Esta estabilidad permite planificar la producción energética a largo plazo, garantizando un suministro continuo incluso en situaciones de crisis. Además, la biomasa del olivar tiene una ventaja única: su capacidad de almacenamiento. Materiales como el hueso de aceituna o el orujillo seco pueden almacenarse durante meses sin perder sus propiedades energéticas, lo que asegura una reserva de combustible lista para ser utilizada en cualquier momento, ya sea para responder a picos de demanda o para mitigar interrupciones en el suministro eléctrico.

España ostenta con orgullo el liderazgo mundial en la producción de aceite de oliva, generando en torno al 50 % de toda la producción global, lo que se traduce en una media anual de 1.400.000 toneladas. Este volumen no solo refleja el peso económico y cultural del olivar en nuestro país, sino también el enorme potencial energético que encierra. Junto al aceite, el proceso oleícola produce más de 7 millones de toneladas anuales de biomasa en forma de restos de poda, orujillo y hueso de aceituna.

Durante décadas, estos subproductos han sido considerados residuos sin valor, a menudo gestionados con métodos ineficientes o contaminantes. Sin embargo, el avance tecnológico y la creciente necesidad de transitar hacia fuentes de energía limpias y sostenibles han permitido un cambio de paradigma: el residuo se convierte en recurso. En este contexto, la biomasa del olivar emerge como uno de los pilares estratégicos para un modelo energético renovable, circular y descentralizado.

Con el volumen actual de biomasa disponible, se podría suministrar electricidad a más de un millón de hogares

La biomasa del olivar destaca por su elevada densidad energética, especialmente en los subproductos como el hueso (4.300 kcal/kg) y el orujillo (3.800 kcal/kg). A pesar de su estacionalidad -la poda se genera en invierno-primavera, mientras que los subproductos de almazara aparecen en otoño-invierno- su volumen constante cada campaña garantiza una disponibilidad anual predecible.

En el caso de la poda triturada, su contenido de humedad (20-30%) permite un poder calorífico estimado entre 3.400 y 3.600 kcal/kg, haciéndola apta para su uso en calderas térmicas o como combustible en plantas de biomasa. La hoja de olivo, con un PCI inferior (2.500-2.800 kcal/kg), puede emplearse como apoyo térmico o destinarse a compostaje controlado.

La transformación de esta biomasa en energía puede realizarse a través de distintas tecnologías, adaptadas al tipo de subproducto y al uso final deseado: Combustión directa, gasificación y digestión anaerobia.

Uno de los argumentos más sólidos para impulsar el uso energético de la biomasa del olivar es su competitividad en costes. El coste medio estimado de producción eléctrica con biomasa (considerando materia prima, transformación, distribución e impuestos) se sitúa en torno a 0,21 €/kWh, alineado con el precio actual del mercado eléctrico doméstico en España.

Esto demuestra que, además de sostenible, la biomasa del olivar es económicamente viable. Además, al emplear residuos locales, se reducen los costes asociados al transporte de combustibles fósiles y se mitigan las fluctuaciones del mercado energético internacional.

Con el volumen actual de biomasa disponible, se podría suministrar electricidad a más de un millón de hogares españoles, es decir, cubrir el 5,4 % del total nacional. Esta capacidad refuerza el valor estratégico del sector oleícola como generador de energía.

En Grupo Oleícola Jaén trabajamos bajo un modelo de integración vertical y circular. Nuestra estrategia incluye recoger y triturar la poda para su uso en el secado del alpeorujo, aprovechar la hoja de aceituna como fuente térmica auxiliar, utilizar el hueso seco y limpio como combustible para sistemas de calefacción industrial, destinar el orujillo a usos térmicos y compostaje, y reutilizar las cenizas de biomasa como fertilizante natural rico en nutrientes (Ca, K, Mg, Si). Este modelo permite cerrar el ciclo productivo, reducir costes operativos, generar valor añadido a los subproductos y, sobre todo, minimizar el impacto ambiental.

El aprovechamiento energético de la biomasa del olivar aporta múltiples beneficios: reducción de emisiones netas; desarrollo rural; estabilidad energética; independencia energética y alineación con los ODS: cumple objetivos clave como el 7 (energía asequible y no contaminante), el 12 (producción responsable) y el 13 (acción por el clima).

La biomasa del olivar ya no puede entenderse como un residuo. Hoy representa una de las claves para la transición energética, combinando rentabilidad, sostenibilidad y generación de valor territorial. En Grupo Oleícola Jaén creemos en este modelo y trabajamos para seguir innovando en procesos, tecnologías y colaboraciones que nos acerquen a una industria verdaderamente circular. Porque el futuro del aceite de oliva no solo está en el producto, sino también en su capacidad para alimentar hogares, calentar industrias y sembrar energía.

Joaquín Morillo Ruiz es MBA Dirección de Empresas Oleícolas. Director operativo de Grupo Oleícola Jaén. Director general de Bioland Energy

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