
El Gobierno ha asegurado que pasarán meses hasta que se sepa la causa real del apagón eléctrico del pasado 28 de abril. Hasta ahora, todas las hipótesis siguen abiertas, incluso la del ataque informático. De hecho, España recibió varias alertas de la inteligencia europea advirtiendo de esta amenaza en los últimos meses. Pero lo que ya es una realidad palpable es que la caída del sistema eléctrico ha demostrado la necesidad de reorientar las inversiones para evitar que el auge de las renovables cree problemas de sobretensión. Tanto es así que el apagón ya ha provocado un cambio en las inversiones en energías limpias. Si hasta hace poco todo giraba en torno a levantar más placas solares o parques eólicos, ahora se estudian proyectos más sofisticados. Se trata, en concreto, de desarrollos que incluyen almacenamiento o un mix de fotovoltaicas y eólicas. Una transformación que reduce el apetito de los inversores por adquirir carteras de renovables para centrarse en proyectos individuales.
Asimismo, el apagón también demostró la necesidad de seguir contando con generación de soporte, como nucleares y ciclos combinados, y de invertir más para modernizar la red. Más aún en un contexto en el que España debe competir por atraer a la industria de los centros de datos, que requiere de una infraestructura de gran capacidad debido a su alto consumo energético. El problema es que este giro de la inversión eléctrica requiere de cambios regulatorios. Urge, por ello, que el Gobierno impulse retribuciones adecuadas en redes y almacenamiento para que el apetito inversor se concrete en millonarios desembolsos, que fortalezcan el sistema eléctrico e impidan otro colapso en el futuro.