Opinión

Europa despierta al campo: menos burocracia, más realidad

  • Artículo de Carlos Palomar
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Por fin, la Comisión Europea ha escuchado el grito de auxilio del campo. Apenas un día después de que Bruselas adoptara su nueva 'Visión para la Agricultura y la Alimentación', el flamante comisario europeo Christophe Hansen aterrizaba en Madrid con la libreta abierta y la oreja puesta. Su mensaje, al menos en lo discursivo, ha cambiado el tono del soliloquio tecnocrático de los últimos años: menos dogma, más escucha; menos imposición, más realismo. Y suena bien, muy bien.

El plan trazado no es una revolución, pero sí un primer paso hacia la modernización de un sector que lleva demasiado tiempo cargando con la losa de la burocracia. Reducción de trabas en la PAC, garantía de ingresos justos para los agricultores, fomento de la innovación y de la digitalización del agro, atracción de jóvenes a un sector envejecido. En resumen, fortalecer la competitividad de un campo que a menudo parece más sometido a las normativas que a las inclemencias del tiempo.

La Comisión ha querido destacar el papel de la tecnología en esta transformación. Hablan de inteligencia artificial, de digitalización y de la promesa de un futuro hiperconectado para un sector que, en la práctica, sigue lidiando con la falta de cobertura en muchas zonas rurales. La intención es loable: dotar al campo de herramientas que lo hagan más eficiente. Pero de las intenciones a los hechos hay un abismo que solo se sorteará con cambios de verdad y con inversiones reales.

Uno de los puntos calientes es el de la protección fitosanitaria. El comisario Hansen ha puesto el acento en que el marco normativo europeo en este ámbito es uno de los más estrictos del mundo. Algo que, traducido al lenguaje del agricultor, significa que cada vez tienen menos herramientas para defender sus cultivos. La regulación, imprescindible, no puede convertirse en una losa. La seguridad alimentaria es clave, pero también lo es la rentabilidad de los cultivos. Y si exigimos transiciones verdes y cambios en los sistemas de producción, habrá que ofrecer alternativas viables.

Las nuevas técnicas genómicas también están en el centro del debate. Bruselas reconoce que son esenciales para una agricultura resiliente al cambio climático y que pueden reducir el uso de fitosanitarios sintéticos. Pero, para que su potencial no se quede en un cajón, hace falta un marco normativo que deje de tratar la innovación como un peligro y la asuma como una oportunidad. Europa no puede permitirse el lujo de quedarse atrás mientras otros países ya han dado ese paso.

Ahora bien, no todo en la 'Visión' nos convence. Mientras se insiste en la modernización del sector, poco se dice sobre cómo garantizar que los estándares de producción europeos no se vean perjudicados en las relaciones comerciales con terceros países. La competencia desleal es una amenaza real, y la falta de claridad en este aspecto genera más incertidumbre que confianza. Se habla de espejos para las restricciones, pero no de espejo para las soluciones. Además, cuando se habla de alternativas fitosanitarias y biosoluciones, se mencionan con entusiasmo, se habla de carriles rápidos, pero sin concretar quién pondrá los recursos para ello. Las administraciones de cada país, que serán las encargadas de esta tarea están, desde hace años, infradotadas. ¿Qué herramientas estarán realmente disponibles para los agricultores? ¿Habrá respaldo suficiente para su implementación? ¿Se ha considerado que las biosoluciones son tan específicas que no pueden suplir, una por una, a las soluciones clásicas de amplio espectro?

El campo llevaba demasiado tiempo hablando en voz baja, y parece que por fin le han escuchado. Ahora queda la parte difícil: convertir el diagnóstico en medidas concretas. Simplificar la burocracia, hacer el sector más atractivo para las nuevas generaciones y, sobre todo, garantizar que los agricultores tengan las herramientas para competir en igualdad de condiciones. Ésta es la ocasión. Y desperdiciarla sería un lujo que no podemos permitirnos.

*Carlos Palomar es director general de Aepla

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