
Resulta cuando menos paradójico que mientras Pedro Sánchez promete mil millones de euros a Ucrania durante diez años, además de armamento, aquí siga poniéndose de arrastrando los pies y jugando al sí pero para aumentar el gasto en defensa como nos exigen la OTAN y nuestros socios europeos.
Y no estamos en contra de la ayuda a Ucrania, al contrario la apoyamos. Lo que ocurre es que, por un lado, mal Zelenski y los ucranianos en fiarse de la palabra de Pedro Sánchez, el tahúr de los cambios de opinión. Y, por otro que España en la era Sánchez se ha convertido en un país irrelevante en la política internacional y Estados Unidos nos ha sustituido por Marruecos como su aliado estratégico en el Mediterráneo lo que afecta indirectamente y a las reivindicaciones alauitas sobre Ceuta, Melilla y Canarias con el añadido de que nuestro gobierno tiene rotas las relaciones con Argentina e Israel los otros dos grandes aliados de Trump.
Recordemos que Marruecos restableció relaciones con Israel como parte de los Acuerdos de Abraham a finales de 2020, con la mediación de Estados Unidos y desde entonces, los gobiernos de Rabat y Tel Aviv han formalizado una alianza militar que incluye la cooperación en inteligencia, adquisiciones de seguridad, capacitación y un incremento de los vínculos entre las industrias militares de ambos países que han programado ya una base militar conjunta a sólo 40 kilómetros de Melilla y la empresa israelí Blue Bird ha anunciado que va a abrir un centro de producción de sus sistemas aéreos no tripulados en el reino alauita.
Proyecto que se añade al ya iniciado plan de rearme de Rabat por valor de 22.000 millones de dólares con apoyo de Estados Unidos y Arabia Saudí que le ha permitido reforzar su capacidad aérea y antiaérea, en unos momentos en los que Marruecos ha consolidado su posición de liderazgo en la región del norte de África a nivel diplomático y militar, tras la decisión del presidente norteamericano Donald Trump en su anterior mandato de reconocer la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental, que Joe Biden no revirtió, y que ha propiciado ya que una quincena de países africanos hayan abierto ya consulado en la localidad saharaui de Dajla.
El espaldarazo estadounidense permitió también a Rabat exigir a la Unión Europea un cambio de postura a favor de Marruecos en el contencioso del Sáhara Occidental. De ahí que España sea el país que más se ve afectado por los pasos de su vecino del sur. Sobre todo, porque la España de Pedro Sánchez, por sus socios de Gobierno y sus alianzas parlamentarias, ha dejado de ser un aliado fiable y valioso para Washington, como reconocía el que fuera presidente de la Comisión de Exteriores del Senado norteamericano, Robert Menéndez cuando expresaba su profunda preocupación "porque España haya tomado puntos de vista que están fuera de la democracia y las provisiones de derechos humanos que esperamos de un aliado de la OTAN".
Pero sobre Marruecos, Pedro Sánchez es como los tres monos sabios, ni ve, ni oye y mucho menos habla. Todavía seguimos sin saber por qué se plegó a reconocer la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental de forma unilateral. Tampoco se ha sabido por qué concedió un crédito de 250 millones de euros para construir la mayor planta desaladora de agua con última tecnología en Marruecos, por qué financia las infraestructuras de Marruecos para el Mundial de fútbol 2030, porque calla ante las prospecciones petrolíferas alauitas frente a las costas de Canarias o por qué desmanteló la unidad de élite de la lucha contra el narcotráfico en la costa gaditana.
Y mientras tanto, Marruecos sigue sin abrir las aduanas de Ceuta y Melilla, promueve través de una ONG una campaña en la ONU para pedir la descolonización de las dos ciudades españolas y de Canarias y sigue sin frenar las oleadas de inmigrantes hacia España. Como se preguntan desde ámbitos políticos y diplomáticos ¿qué sabe el Rey alauí de Sánchez y Begoña tras el espionaje de Pegasus a su teléfono móvil?
Y para colmo, ahora el inquilino de La Moncloa se promociona como el abanderado del antitrumpismo internacional. Tenemos el peor gobierno posible en el peor momento.