
Muy pronto, Alemania celebrará elecciones federales. El hecho de que haya elecciones es algo habitual; sin embargo, en esta ocasión no lo es tanto. No solo porque es apenas la segunda vez desde la caída del Muro de Berlín que se realizan elecciones anticipadas, sino especialmente porque el modelo económico fundamental del país necesita una reforma drástica.
Creemos que el mercado está sobreestimando la disposición del próximo gobierno para abordar verdaderamente los desafíos de Alemania, aunque tiene plena capacidad para hacerlo. En el lado positivo, desde una perspectiva bottom-up (de abajo hacia arriba), un número creciente de ciudadanos y empresas están alzando la voz y exigiendo medidas drásticas. Sin embargo, desde una perspectiva top-down, creemos que la clase política gobernante sigue sin adaptarse al contexto macroeconómico de desglobalización.
En los últimos años, los pilares clave que han sostenido el modelo de crecimiento de Alemania se han ido erosionando. Dicho modelo se basaba en un mundo globalizado y seguro, donde el comercio era relativamente libre. Esto comenzó a cambiar tras la crisis financiera global, pero el ritmo del cambio se aceleró con sucesivos shocks globales que han afectado a Alemania tanto desde una perspectiva de insumos como de producción.
Desde el punto de vista de los insumos, la invasión rusa de Ucrania cortó completamente el acceso a la energía barata, sobre la cual se basaba gran parte de la ventaja competitiva de la manufactura alemana. Esto, combinado con una mezcla energética poco acertada que carece de una base de carga estable, seguirá manteniendo los precios de la energía en Alemania muy por encima de los de la mayoría de los demás países de la UE. Pero también desde la perspectiva de la producción, el mundo ha cambiado.
China solía ser uno de los mayores mercados de exportación para los productos alemanes de alto valor añadido, pero en los últimos años se ha convertido en un competidor en los mercados de distribución globales restantes. Dado que China sigue careciendo de un fuerte consumo interno, su actual orientación exportadora basada en productos baratos y altamente subvencionados solo se intensificará.
Como resultado, Alemania necesita replantearse su modelo económico, y dudamos de que los principales partidos políticos comprendan lo que se requiere para hacerlo. Se necesita una considerable flexibilidad por parte del gobierno para reorientar la economía doméstica y reevaluar qué políticas y reformas son necesarias para volver a generar crecimiento.
Desde una perspectiva más interna, hay una dicotomía entre lo que desean los diferentes agentes económicos. Tanto para las empresas como para los consumidores, hay dos problemas principales que esperan que el próximo gobierno aborde: los altos precios de la energía y el exceso de regulación. Sin embargo, si se leen los programas electorales de los partidos con más probabilidades de formar el próximo gobierno, estos dos problemas parecen abordarse solo de manera marginal, cuando se requiere un enfoque más estructural.
La mayor esperanza de los mercados parece ser que el próximo gobierno alemán finalmente reforme la regla del freno de la deuda, que fue creada durante la crisis financiera global de 2009 para garantizar la estabilidad financiera del país. Actualmente, esta regla limita el gasto estructural adicional del gobierno alemán al 0,35 % del PIB, una cifra que la mayoría considera insuficiente para satisfacer las crecientes necesidades de inversión de Alemania. En este momento, esas esperanzas están fuera de lugar.
En primer lugar, al observar las encuestas actuales, en el mejor de los casos, la probabilidad de que veamos nuevamente una coalición entre la CDU/CSU y el SPD es muy alta. Pero esta es la misma coalición que gobernó Alemania en la década anterior al gobierno actual, durante un período en el que los pilares clave en los que se basaba el modelo de crecimiento del país ya se estaban erosionando claramente. No hemos visto una plena comprensión por parte de este probable próximo gobierno sobre las acciones necesarias para cambiar esta situación.
Además, en los últimos días, ha aumentado la probabilidad de que sea necesaria una coalición de tres partidos entre la CDU/CSU, el SPD y los Verdes. Esto limitaría aún más cualquier potencial de reforma, dado el gran contraste en las ideologías políticas de estos partidos.
En segundo lugar, cualquier reforma del freno de la deuda o la creación de un vehículo especial fuera del presupuesto, por ejemplo, para el gasto militar, requiere una mayoría de dos tercios. Sin embargo, nuevamente observando las encuestas, la probabilidad de que los partidos que se han comprometido a no reformar el gasto logren una minoría de bloqueo del 1/3 de los votos sigue aumentando. Finalmente, cualquier reforma del freno de la deuda será limitada.
La propuesta más elaborada proviene del Bundesbank alemán, que sugiere un enfoque progresivo en el que el déficit estructural pueda aumentar más (cuando la relación deuda/PIB es relativamente baja) o menos (cuando la relación deuda/PIB es relativamente alta) dependiendo del nivel de endeudamiento. En consecuencia, aunque esto podría proporcionar un estímulo positivo al crecimiento alemán, será relativamente pequeño.
En conclusión, Alemania está buscando formas de adaptarse a un mundo cambiante. No es el primer país en hacerlo y no será el último. Es normal que la clase gobernante actual tenga dificultades para comprender, aceptar y reaccionar ante esta situación, pero aún no es demasiado tarde.
Es cada vez más evidente que las empresas y los consumidores están luchando, y se están volviendo más vocales al respecto. Ahora les corresponde a los responsables políticos recibir el mensaje. El cambio a menudo sigue un "momento Minsky", con costos sociales y económicos generalmente elevados. Afortunadamente, todavía no hemos llegado a ese punto, y aún hay tiempo antes de alcanzarlo, lo que permitiría que los beneficios a largo plazo compensen relativamente el dolor a corto plazo.