Opinión

Ausencia de diversidad, lastre para la competitividad

  • Iratxe Las Hayas, Managing partner en Smart Jidoka
Iratxe Las Hayas, Managing partner en Smart Jidoka. eE

En una época en la que la diversidad se ha convertido en uno de los ejes del debate social y empresarial observo que una de las esferas a las que aún no ha llegado esta cuestión es el consejo de administración de las compañías. Y esto no es una buena noticia para ellas, porque la falta de diversidad, en sentido amplio, lastra su competitividad.

La diversidad de género, cultural, generacional o competencial está sobre la mesa de todas las compañías. Es un objetivo estratégico para las organizaciones que buscan no solo cumplir con estándares éticos, sino también mejorar su rendimiento y competitividad. Pero, curiosamente, no está calando en el órgano más importante para el éxito de las empresas, el consejo de administración. Al menos, no en las pymes en nuestro entorno.

Cada día, me reúno con los máximos responsables de las empresas a las que asesoro o coincido con ellos en conferencias, sesiones de formación y espacios de reflexión que imparto. Digo "con ellos", sí, porque en gran parte de las pequeñas y medianas empresas que conforman el tejido productivo de Euskadi, los consejos de administración están formados principalmente por hombres, socios de la empresa -a menudo con cargos ejecutivos-, mayores de 50 años, con perfiles financieros o jurídicos y trayectorias muy similares. En ocasiones, también incluyen a algún asesor de confianza, conocido del dueño de la empresa o del presidente del consejo, quien, en muchas ocasiones, ni siquiera es consejero. Por tanto, suele existir también un desequilibrio en la composición del consejo en lo que respecta a los tipos de consejeros: dominicales, independientes, ejecutivos y no ejecutivos.

Estos consejos, homogéneos en su estructura, tienden a funcionar como reuniones de socios, en lugar de actuar como verdaderos órganos de gobernanza estratégica. En ellos, además, suele reinar una aparente armonía: todos parecen estar de acuerdo y no hay conflicto. Esto, que quizá se viva como algo positivo, en realidad encierra lo que llamo la maldición del consenso: la ausencia de conflicto constructivo puede ser profundamente dañina y tener un alto coste para la empresa. Como bien dice el dicho: "Cuando todos en la sala piensan igual, alguien no está pensando".

En el extremo opuesto, algunos consejos se tornan improductivos debido a discusiones interminables, posiciones polarizadas y falta de escucha activa paralizando decisiones y diluyendo el objetivo común.

Tanto el exceso de armonía como el conflicto improductivo resultan perjudiciales. El verdadero valor de un consejo radica en tomar decisiones estratégicas que marquen el rumbo de la empresa. Para ello, es fundamental cultivar la diversidad de perspectivas, fomentar el debate y el disenso abierto y respetuoso, y transformar las diferencias en una herramienta para decisiones efectivas.

Los consejos de administración deben ser espacios que propicien un debate robusto, reduzcan el pensamiento de grupo, valoren nuevas perspectivas y, en consecuencia, mejoren la calidad de las decisiones. Para lograrlo, solo hay un camino: profesionalizar esta figura, articulando consejos diversos en formación, experiencia, edad, género y forma de ser, que funcionen como equipos de alto rendimiento. Consejos de administración capaces de generar un alto impacto en las compañías que lideran.

Asegurar en el consejo una diversidad cognitiva que permita abordar de forma efectiva los retos multidimensionales que enfrentan las organizaciones hoy en día es todo un desafío. Significa pensar en la estructura, en los perfiles adecuados y en cómo este grupo puede complementar a la dirección ejecutiva. Porque una empresa que aspira a crecer, competir y perdurar necesita tener un buen consejo.

El primer paso para hacerlo es entender dónde está el consejo ahora. ¿Quiénes lo integran? ¿Qué aportan? ¿Qué expectativas hay sobre su rol? El segundo paso es definir los retos que enfrenta la empresa y los objetivos estratégicos que tiene.

A partir de este diagnóstico, se puede empezar a trazar un camino hacia un modelo más eficaz. Rediseñar un consejo no es cuestión de formalidades legales, sino de pensar un órgano que realmente aporte valor. No es preciso hacerlo todo de golpe: algunas empresas, por ejemplo, eligen empezar el cambio con un consejo asesor, un formato más flexible que permite incorporar expertos externos sin la formalidad de un consejo de administración. Lógicamente, este consejo asesor deberá ser un instrumento diverso, que complemente lo que ya existe.

Si algo de todo esto sucede en tu empresa, mi consejo es claro: empieza ahora. Evalúa dónde estás y define a dónde quieres llegar. Diseña un plan a tu medida y avanza a tu ritmo, pero con determinación. Una gran empresa merece un gran consejo y este consejo puede ser la clave para que tu organización no solo sobreviva, sino lidere.

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