
El Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas a la memoria de Alfred Nobel de 2024 es, probablemente, uno de los más esperados (y más "anunciados") de las últimas dos décadas. El jurado de los Nobel ha girado de nuevo hacia los temas de crecimiento económico y ha elegido un ámbito que ya fue premiado en varias ocasiones en el pasado: el papel de las instituciones, sean formales o informales, a la hora de que los países sostengan un crecimiento y desarrollo económico prolongado en el tiempo.
Por señalar algunos precedentes anteriores con el mismo grado de importancia o incluso superior a los profesores Acemoglu, Johnson y Robinson está el Nobel de 1993 concedido al profesor Douglass North, al que se puede considerar el "padre" de lo que los nuevos galardonados han desarrollado con posterioridad. Y también podemos señalar el Nobel de 2009 a los profesores Elinor Ostrom (la primera mujer en recibirlo) y Oliver Williamson cuyo foco ha estado puesto en los derechos de propiedad y el establecimiento de un marco institucional adecuado para gestionar lo que en Economía conocemos como "bienes públicos", aquellos que no tienen rivalidad ni exclusión en su consumo.
Otra dimensión especialmente curiosa de este Nobel 2024 es que los galardonados de este año son mundialmente conocidos por un libro que tuvo una gran influencia, aunque algunas de sus tesis de fondo eran originarias de los libros de Teoría Económica más primitivos. Del esfuerzo didáctico de los profesores del MIT y Chicago, Daron Acemoglu y James A. Robinson, nació 'Why Nations Fail' ("Por qué fracasan los países") un libro traducido a decenas de idiomas.
Esta obra no dejó indiferente a nadie. Desde los expertos en la materia hasta los más legos comprendieron que los países pueden prosperar si son capaces de construir unas instituciones sólidas, entendiendo "instituciones" como un conjunto de reglas tanto formales (igualdad ante la Ley, justicia, libertad, separación de poderes, derechos de propiedad…) como informales (respeto a los derechos humanos fundamentales, espíritu de progreso, cultura empresarial…).
De la permanencia en el tiempo de estas reglas dependía de que un país pudiera tener éxito o no en términos relativos con respecto a otro. Esta concepción del crecimiento económico (pero también del desarrollo social) fraguada ya en los trabajos primeros de North y algunas ideas muy antiguas de los primeros 'economistas' rompía con el discurso dominante de que un país es "rico" o "pobre" si contaba con abundantes recursos naturales, tenía una posición geoestratégica única o una dotación de capital (ahorro) y trabajo relevante suficiente en origen.
Ésta que ha sido la vieja tesis manejada hasta la extenuación por economistas como Jeffrey Sachs o Jared Diamond hizo un gran daño durante el siglo XX. Incluso con anterioridad de su formulación muchos países diseñaron sus propios modelos de crecimiento explotando sus riquezas naturales mediante industrialización por sustitución de importaciones o mediante una especialización extrema en las fuentes de riqueza mineral, agrícola o industrial que tenían amparándose bajo la vieja tesis smithiana de la "ventaja absoluta" (ni siquiera la ricardiana de la "ventaja comparativa").
Este modelo ni siquiera contemplaba la variable institucional, dejando el poder concentrado en manos de unos pocos o incluso en sólo una. Por ejemplo, es el caso de las numerosas dictaduras africanas, asiáticas o sudamericanas conformadas durante el siglo XX y que siguen existiendo en el siglo XXI con amenaza de continuidad según van explorando nuevas riquezas como las tierras raras o los semiconductores, que es precisamente lo que le falla a China en la mayor parte de los países donde invierte bajo la estrategia de la "Nueva Ruta de la Seda".
Obviamente, todos estos procesos de desarrollo han acabado en un estrepitoso fracaso, cuando menos en guerras civiles y masacres de la población civil. Mientras se estaba escribiendo el libro de Acemoglu y Robinson estaba ocurriendo la "Primavera Árabe" que ellos mismos citan en el prólogo. Era un buen caso de estudio de la unión de factores muy negativos como la "privatización de las ganancias" de la explotación de los recursos naturales por parte de los dictadores, guerrillas y señores de la guerra o la incapacidad de construir Estados de Derecho sin una mínima conciencia ciudadana de su necesidad.
Precisamente sobre el fenómeno del crecimiento en África encontramos el punto de unión de los dos autores anteriores con el profesor Johnson, también del MIT. Un papel académico muy importante escrito por los tres galardonados fue "Los orígenes coloniales del desarrollo comparativo: una investigación empírica" publicado en 2001 y un gran ejemplo de que las instituciones condicionan el desarrollo, utilizando como "variable de control" del efecto de las instituciones las tasas de mortalidad.
En suma, podemos felicitarnos de que el jurado del Nobel de Economía 2024 recupere una dimensión capital de la ciencia económica como es el estudio del progreso de los países y lo haga sobre unas bases sólidas que North empezó a cimentar en los años 60 con "El crecimiento económico de los Estados Unidos entre 1790 y 1860" y redondeó con "Instituciones, cambio institucional y desempeño económico" en 1990. Hay mucho camino para seguir desarrollando uno de los caminos más fructíferos e importantes de la ciencia económica.