
La concienciación por el cambio climático y los compromisos adquiridos por numerosos Estados en el Acuerdo de París y en las distintas COP anuales han hecho que los temas medioambientales sean una prioridad para los comités de dirección y los consejos de administración de las compañías. Hasta las agencias de rating llevan años dándole relevancia a los asuntos medioambientales a la hora de calificar a las empresas, convirtiendo la política medioambiental en un criterio de negocio, fundamental a la hora de decidir en qué empresas invertir y en cuáles no. Sin embargo, ¿somos conscientes de que cuando hablamos de sostenibilidad y de criterios ESG no solo nos referimos a la "E" de Medioambiente (Environment)? ¿Damos la misma importancia a la "S" de Social? ¿Está concienciado el gobierno corporativo, la G de la ecuación (Governance)?
Nos encontramos en un entorno con demasiados desafíos a nivel social que las compañías no debemos desdeñar a la hora de elaborar nuestra estrategia. La reputación está en juego. Por ejemplo, a la hora de evaluar el mercado laboral hay desafíos que aún no se han solventado del todo como la "Gran Resignación", que llevó a miles de empleados a abandonar sus puestos de trabajo. ¿Hay garantías de que no volverá a pasar lo mismo a corto o medio plazo? Siguen existiendo en muchos sectores una falta acuciante de perfiles cualificados para cubrir vacantes. Tampoco debemos olvidar el impacto que tendrá la Inteligencia Artificial (IA) en el mercado laboral del futuro y el reciclaje forzoso que obligará a hacer en numerosos profesionales si pretenden mantener su empleo. ¿Qué papel deberá jugar el gobierno corporativo de las compañías ante estos movimientos sociales? ¿Deben ser simples espectadores?
Durante la pandemia de Covid-19 numerosas empresas hicieron un despliegue extraordinario para paliar esa situación de emergencia, poniendo la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en el foco. Sin embargo, la invasión de Ucrania, el encarecimiento del precio de los alimentos, las subidas del precio de la energía o la ruptura de la cadena de suministro han evidenciado muchos otros problemas sociales más allá de la pandemia en los que las compañías no han jugado un mismo rol tan activo. El sector público tampoco ha estado tan activo. De hecho, ni la Comisión Europea ha sido capaz de concretar por el momento una "taxonomía social" que establezca estándares medibles y cuantificables, algo que sí ha logrado hacer con la "taxonomía medioambiental".
Las empresas debemos tener en cuenta que los inversores, los clientes y los empleados se están mostrando cada vez más exigentes con los temas sociales, demandando información transparente en temas tan específicos como los avances en los Derechos Humanos, la remuneración de los empleados o las políticas de igualdad dentro las compañías. Hemos de entender que cuando hablamos de temas sociales, estamos refiriéndonos a aspectos tan vinculados con el negocio como la atención al cliente, la calidad y seguridad de los productos, el desarrollo y promoción de los empleados o la formación y modelos de pago a proveedores.
Las empresas que se anticipen y tengan en cuenta los desafíos sociales a nivel del gobierno corporativo serán las que logren adaptarse mejor y las que se aseguren el mejor desempeño a largo plazo. Otro aspecto a tener en cuenta es que las firmas que quieran liderar el futuro deberán ir más allá de la legalidad. Sin duda, lo que marca la ley se debe cumplir sin discusión pero las empresas que opten a tener una ventaja competitiva no se deberán quedar en el cumplimiento estricto de la norma, sino que deben liderar, anticiparse y estar preparadas ante la ola social que impactará, más pronto o más tarde, en los comités de dirección y en los consejos de administración. La directiva europea sobre diligencia debida de las empresas marca una senda a seguir, aunque falta mucho por concretar.
Las empresas que quieran dar pasos adelante para integrar su compromiso social en la estrategia de negocio deben incorporar los aspectos sociales en su estrategia de sostenibilidad. También deben determinar con claridad cuáles son sus grupos de interés y el impacto que la actividad de la empresa tiene sobre los mismos, y mostrar un compromiso más firme estableciendo objetivos específicos en relación con sus empleados, clientes, proveedores y la sociedad en la que actúan, asegurando la calidad del dato, el reporting y la transparencia sobre los mismos. Por último, y no por eso menos importante, las empresas deben adecuar el perfil y el funcionamiento del Consejo de Administración para incorporar los temas sociales. Serán necesarios perfiles que entiendan de clientes, de empleados, de derechos humanos y otros asuntos sociales. Solo de esta forma la ola social, que impactará antes o después en el gobierno corporativo, será un incentivo para liderar el futuro y construir una sociedad más equitativa y más próspera.