
La UE lleva años apostando por el coche eléctrico –cuya tecnología deja mucho que desear- de la mano de los neo ecologistas. A finales de 2023 (datos de Nemesio Fernández-Cuesta) el parque de turismos en España era de 26.020.504 , tan solo el 1,3%, eran eléctricos. A lo largo de 2023 se matricularon 949.359 turismos, de los sólo un 12% eran eléctricos.
¿Por qué este rechazo? En primer lugar, porla falta de puntos de carga. Datos: A finales de abril de 2024 teníamos 32.422 puntos de carga funcionando. Para llegar a la proporción de Portugal deberíamos tener casi 85.000. Entre las diez ciudades europeas con mayor densidad de cargadores hay dos portuguesas: Oporto y Oeiras. No hay ninguna española.
Pero, además, hay construidos otros 8.600 puntos de recarga sin suministro eléctrico. Se necesitaría multiplicar por veinte las inversiones para crear nuevos puntos de carga.
Si uno decide realizar un viaje de 500 kilómetros en un coche eléctrico, tendrá que recargar por el camino. ¿Y cuánto tiempo tendrá que parar para recargar? Probablemente horas. Y en tales condiciones es preferible usar un coche convencional.
Los eléctricos son un 50% más caros que los coches de combustión interna pero los impuestos son ¡cómo no!, mayores para los coches de combustión.
Y de pronto llegaron noticias de China, según las cuales se van a producir allí eléctricos baratos. En Europa no fabricamos baterías ni tenemos acceso directo a los minerales básicos para su elaboración. No se trata solo de reducir emisiones a través de la electrificación del transporte. Se quiere además que los coches eléctricos estén fabricados en Europa.
Pues bien, en julio la UE tomó la decisión de establecer aranceles de casi el 50% a los coches chinos. Quienes han tomado esta decisión aseguran que el Gobierno chino está ayudando a sus empresas a través de subvenciones estatales a fin de que sus coches sean más baratos. Si así fuera se daría una competencia desleal, pero esa aseveración está por demostrar.
Los chinos no tardaron en responder anunciando inspecciones contra las importaciones de carne de cerdo, lo que afecta directamente a las exportaciones españolas, pues España se ha convertido en una gran potencia en este sector. Por eso se fue a China el presidente de Gobierno, Pedro Sánchez, y allí se entrevistó con Xi Jinping, tratando de paliar los efectos de esta nueva guerra comercial entre dos bloques.
Esta batalla de aranceles tiene poco futuro. Leamos lo escrito a este propósito por el analista Joaquín Estefanía:
"Una de las respuestas más manidas a los problemas económicos desde el año 1873 (primera crisis grave del capitalismo) ha sido el incremento a los aranceles, sin que ello solventara las dificultades (caídas del crecimiento, aumento del paro, baja competitividad y productividad, deslocalizaciones…)".
Para quienes pensamos que la apuesta europea a favor del coche eléctrico es un despropósito, esta guerra comercial con China es otro mal paso que, como todas las guerras comerciales, sólo traerá problemas a Europa. ¿Por qué no seguir fabricando coches convencionales con bajas (o nulas) emisiones? Pienso que sería una apuesta razonable que favorecería a la industria española.