Opinión

Apuntes sobre la concentración empresarial

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La realidad de la concentración empresarial no es un fenómeno reciente; de hecho, los antecedentes más remotos de este fenómeno datan de comienzos del siglo XX. Sin embargo, resulta interesante señalar que, fruto de las tensiones generadas por la coyuntura económica de los últimos años, el fenómeno de la concentración se ha generalizado en la mayor parte de los sectores de la economía de nuestro país.

El sentido de propagar este planteamiento de concentración empresarial ha llevado a una aceleración de los procesos de globalización de la economía.

Atendiendo a la definición de concentración propuesta por el Consejo Europeo (Reglamento (CEE) 4064/89), se entiende que "existe una operación de concentración cuando dos o más empresas anteriormente independientes se fusionen, o cuando una o más empresas mediante la toma de participaciones en el capital, o la compra de elementos del activo, mediante contrato o por cualquier otro medio, adquiera, directa o indirectamente, el control sobre la totalidad o parte de una o de otras varias empresas".

Consecuencia inmediata de estos procesos de concentración es la reducción del número de empresas en el mercado y, paralelamente, la aparición de lo que se denomina "posiciones de dominio o de influencia".

En este sentido, se expresa la Real Academia Española cuando define la concentración de empresas como "la operación mediante la cual dos o más empresas económicamente independientes entre sí pasan a estar sometidas a un control único, o bien a controlar conjuntamente una filial común que va a actuar de manera independiente en el mercado".

El devenir de la actividad económica de cualquier organización empresarial se dirige a la obtención de un beneficio económico fruto del desarrollo de sus negocios. En este esfuerzo por alcanzar unos buenos resultados económicos, las empresas ponen en marcha toda clase de políticas estratégicas que hagan posible una mejora de su posición en el mercado y, en consecuencia, un incremento de su rentabilidad; es decir, exista un mayor rendimiento de los capitales invertidos para la puesta en marcha o el mantenimiento de su actividad.

Si se tiene en cuenta la máxima de que las empresas tienen como fin último maximizar los beneficios, se evidencia que, a mayor tamaño, crece la posibilidad de obtener mayores beneficios debido:

- a las potenciales economías de alcance (sinergias),

- a las economías de escala, y,

- a la menor competencia, al disminuir el número de empresas del mercado.

Aunque resulta patente que el aumento del tamaño de una compañía no es la única estrategia posible para mejorar sus resultados económicos.

Más aún, ni siquiera se puede asegurar que todas las empresas que alcancen un incremento en su dimensión vayan a obtener unas mayores ganancias. Es un hecho indiscutible que para muchas empresas actuales el objetivo del crecimiento se ha convertido en la guía principal de su gestión.

Con el interés de potenciar el crecimiento empresarial en base a su tamaño, se quiere llegar a conseguir un conjunto de objetivos, tales como:

- una mayor competitividad,

- un acceso fácil, rápido y en buenas condiciones a la financiación del mercado,

- una reducción al mínimo en el margen de acción de la competencia, y,

- una creación de barreras de entrada a nuevos competidores.

Realmente, las causas que llevan a las empresas a su concentración residen son de signo negativo:

- la deficiencia en la gestión empresarial,

- la atomización del capital,

- la supervivencia,

- la saturación de los mercados, y,

- la anulación de un competidor.

Por último, hay que añadir que la integración empresarial es especialmente interesante en tres casos:

- cuando se penetra en un sector con importantes barreras de entrada,

- cuando la rapidez de acción es primordial (ante cambios legales, por ejemplo), y,

- cuando el crecimiento interno es muy difícil por razones estructurales.

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