
Vivimos rodeados de información y desbordados de tareas pendientes. Por esa razón, en ocasiones es necesario pararnos a pensar y ser conscientes de que, si queremos ser buenos directivos, vamos a tener que afrontar retos que pueden ser esperados e inesperados. La mayoría de las decisiones que toma la alta dirección de las corporaciones impactan en la vida de las personas o en el propio negocio, pero para eso hay que tener un liderazgo y una fortaleza muy grande.
Mi experiencia en el sector me ha enseñado que para que el método sea efectivo y óptimo, es necesaria una autoevaluación inicial en la que se ponga el foco en todas las dedicaciones y no sólo en la ejecución. Vivimos trabajando para "entregables" y si tu agenda está cargada de ejecución de tareas, no hay espacio para las dedicaciones fundamentales de la alta dirección: el networking, el liderazgo efectivo, el desarrollo y el pensamiento estratégico.
Partir de la base de integrar el concepto de que un directivo no es un ejecutor de tareas, sino que tiene que repartir su tiempo en cuestiones de alta importancia que supone influir, convencer, guiar, pensar, planificar y acompañar, la clave está en definir claramente cada mes cuáles son los resultados específicos deseados para ese período. Cada mes establecer unos objetivos específicos y factibles, lo que llamamos los Big Rocks. Vivimos en un mundo hiper conectado y de super estimulación, en donde detenernos no es sencillo, pero si no lo hacemos, ¿cómo vamos a llevar nuestra empresa hacia dónde queremos? Acabaremos a la deriva.
Y para que el desbordamiento de tareas no ocurra, recomendamos confeccionar una planificación semanal, que vaya acompañada de las tareas clave que empujen esos objetivos mensuales y que integre el cuidado de nuestra energía. Los retos cognitivos a los que se enfrentan los directivos necesitan la mejor versión de ellos mismos. Los mejores directivos que he conocido tienen integrada la responsabilidad de cuidar su energía física, emocional y cognitiva, porque solo desde ese nivel de bienestar, son altamente productivos y pueden entregar su mejor versión y enfrentarse a las decisiones a tomar.
Para aterrizar estas tareas específicas en hechos concretos, es primordial centrar la atención dedicando el tiempo de calidad que necesitan para ser finalizadas y no cayendo en el error de la multitarea, pensando que de esta forma la efectividad aumenta.
La multitarea es una práctica que provoca una secuencia tan ilógica como empezar una tarea para luego cambiar a otra y posteriormente volver a la inicial y así sucesivamente. De hecho, se estima que se pierde un 40% de la productividad cuando se intentan realizar dos tareas al mismo tiempo.
Pero para aprender a organizarnos mejor, a reflexionar acerca de nuestras dedicaciones, y si verdaderamente queremos transformar nuestra manera de trabajar, necesitamos las cuatro 'haches' (Hambre, Honestidad, Humildad y Hacer), que juegan un importante papel a la hora de que el trabajo de un directivo salga a tiempo y sea de calidad. Para ello la persona se tiene que sentir motivada, 'hambrienta', debe tener algo que le arrastre desde el principio para comenzar ese proceso que le requiera un esfuerzo. La 'honestidad' también juega un papel importante, hay que saber asumir la responsabilidad personal que te corresponde en el momento en que las cosas no funcionan como nos gustaría.
Tampoco hay que olvidar una virtud que tanto escasea hoy en día, la 'humildad', esta nos permite ser conscientes de que, si tu sistema no funciona, tienes que apoyarte en metodologías que, en muchas ocasiones, son contrarias a tus formas habituales de trabajo. Lo mismo ocurre con la actitud, siempre tiene que estar orientada a las ganas de 'hacer' cosas, siendo al final proactivos, porque sin acciones diarias para corregir y mejorar solo te podrás quedar en buenas intenciones.
Otro hándicap al que muchos directivos tienen que hacer frente es el hecho de aprender a compaginar su vida personal con la profesional. La realidad es que este tipo de situaciones pueden suponer un impacto negativo en la organización de sus tareas y hacer que disminuya su eficiencia trabajando. Y es que es fácil caer en ocasiones en la trampa de que el éxito profesional requiere sacrificios extremos: más horas de trabajo, un constante estado de estrés y la renuncia a una vida personal plena…
Pero la realidad puede ser mucho más sencilla, porque el equilibrio perfecto no existe, depende de la persona y del tipo de organización que quiera aplicarse, pero siempre teniendo en cuenta que cuando el ritmo baja, las ideas aumentan, porque habremos invertido más tiempo en reflexionar.
En definitiva, transformar la vida de directivos para que aprendan a organizarse mejor y a ser más efectivos es clave para que una empresa funcione, de ahí la importancia de enseñarles a que aprendan a organizarse con estrategias como, por ejemplo, el Método FASE, que tengo el placer de representar en la Comunitat Valenciana. Se trata, a grandes rasgos, de una metodología para mejorar la productividad que se ha exportado grandes empresas de toda Europa y que tiene su origen en València. Una táctica que se basa en poner el 'Foco' en lo verdaderamente esencial, prestarle 'Atención' a aquello que hagamos durante un tiempo limitado sin distraernos, 'Sistematizar' el trabajo mediante hábitos realistas y dosificar la 'Energía' para disponer siempre de un nivel óptimo.