
Mil empresas. 25 sectores. 10 propuestas. Tres cifras que resumen la ambición de la Declaración de Amberes. Este pacto europeo tiene como objetivo reavivar el sector industrial con diez propuestas que pretenden impulsar la producción a través de tres aspectos, que considero interconectados y cruciales para un desarrollo sostenible: la innovación, la competitividad y la responsabilidad ambiental.
Una de las propuestas de este pacto es empoderar a empresas y ciudadanía para que elijan productos circulares y con cero emisiones netas. Afortunadamente, vemos que este enfoque que han firmado no es un principio abstracto, sino una realidad tangible que muchas empresas (y, por supuesto, particulares) ya están adoptando. Y es que este tránsito hacia la economía circular es cada vez más visible en muchas industrias, donde la innovación y la sostenibilidad se intercalan para ofrecer productos y servicios que no solo satisfacen las necesidades del presente, sino que también preservan los recursos para las generaciones futuras.
Desde mi punto de vista, la implementación de estas propuestas no solo representa un compromiso ético, sino también una estrategia competitiva a largo plazo. Y es que las empresas que lideran en innovación y sostenibilidad están mejor posicionadas para satisfacer las expectativas cambiantes de los consumidores, quienes cada vez valoran más la transparencia y el impacto ambiental de los productos que compran.
Vemos cómo muchas organizaciones están evolucionando hacia modelos de negocio alineados con los principios de la economía circular: reducción de residuos, reutilización de materiales y sostenibilidad en todas las etapas del ciclo de vida de sus productos. Una evolución que permite, según las estimaciones de la Comisión Europea, que la industria ahorre 600.000 millones de euros en recursos materiales y energéticos. Y este cambio de negocio, y de mentalidad, posibilita a las empresas, además de reducir su impacto ambiental y sus costes, mejorar su reputación, su posicionamiento en el mercado y crear nuevas oportunidades laborales. De hecho, según la propia CE, el modelo de economía circular creará unos 700.000 nuevos puestos de trabajo de aquí a 2030.
En el camino hacia la economía circular ha sido clave la reciente actualización del Real Decreto de Envases y Residuos de Envases 1055/2022 al establecer objetivos más ambiciosos de recogida selectiva y reciclaje y marcando un primer paso hacia la plena circularidad de los envases en nuestro país. Entre los pasos que están dando las empresas en esta dirección están el desarrollo de nuevos planes de prevención de residuos, la implementación de nuevas medidas de ecodiseño y la incorporación de nuevos materiales más sostenibles en los envases. Un ejemplo de ello son las 7.600 medidas de prevención y ecodiseño que, solo entre 2021 y 2022, implementaron miles de empresas en nuestro país.
Y aunque en España aún tenemos mucho camino para considerar nuestra economía como circular (nuestra tasa de circularidad era, en 2022, del 7,1%), sí podemos decir que seguimos en continuo avance en la gestión de residuos y el reciclaje de envases, demostrando un creciente compromiso de todos los agentes implicados en el proceso: empresas, Administraciones Públicas y ciudadanía.
Los datos del pasado año son alentadores: se reciclaron 1.683.890 toneladas de envases domésticos de plástico, metal, briks, madera, papel y cartón, lo que representa un incremento del 3,5% respecto al año anterior y del 12% respecto a hace cinco años. Este aumento refleja que, aunque queda mucho por hacer, estamos progresando de manera constante.
Pero no podemos "dormirnos en los laureles". El Parlamento Europeo también ratificó recientemente un nuevo reglamento que establecerá metas aún más ambiciosas en reciclaje, reducción y reutilización y que afectará tanto a los consumidores como a las empresas que ponen envases en el mercado, obligándolos a adaptarse a un nuevo escenario en el que la prevención del residuo y su reciclaje serán prioritarios. Y el pasado lunes entró en vigor la directiva sobre delitos ambientales y el nuevo reglamento de traslado de residuos que incluye nuevas categorías de infracciones para que cada país las contemple en su ordenamiento jurídico, define niveles de sanciones (incluyendo la pena de cárcel), y restringe la exportación de residuos a terceros.
Está claro que jugársela al medioambiente "va a salir caro". Pero, en mi opinión, es un error percibir esta transición hacia la circularidad como un problema repleto de normativas. Y estoy convencida de que supone una oportunidad para desarrollar nuevas industrias, crear proyectos de innovación, e incluso nuevas competencias académicas. Eso sí, necesitamos un marco estable para poder hacer las inversiones necesarias para abordar este cambio.
En definitiva, la Declaración de Amberes, el Real Decreto de Envases y otras normativas europeas están dibujando un camino claro hacia una industria más innovadora, competitiva y más responsable con el medioambiente. Al adoptar estos principios, las empresas no solo están contribuyendo a un futuro más sostenible, sino que están construyendo un modelo de negocio flexible y próspero para las generaciones futuras.
Esta transición desde la economía lineal a la economía circular ya no es solo una opción que podemos escoger o no, se ha convertido en una verdadera necesidad si queremos asegurar la viabilidad económica de nuestras empresas y la viabilidad ecológica de nuestro futuro, de nuestro planeta. Un futuro reservado a aquellas empresas capaces de asumir el desafío -y la responsabilidad- de pilotar la "nave" de la economía circular.