
Históricamente, los fijos discontinuos han sido una figura contractual asociada a actividades eventuales pero recurrentes, como el turismo de temporada. Pero la reforma laboral de Yolanda Díaz impulsó este tipo de contratación como la alternativa a los temporales más precarios. Para ello se amplió la posibilidad de utilizarla a todo tipo de sectores, incluyendo por primera vez a las empresas de trabajo temporal (ETTs).
El objetivo era que esta figura fuera una etapa de transición hacia los indefinidos ordinarios, pero este plan no ha funcionado, como reflejan los registros de la Seguridad Social. Antes de la reforma laboral, los fijos discontinuos suponían entre el 2% y el 7% (según el mes) de las altas y bajas diarias de afiliación al Régimen General. Una cifra coherente con el hecho de que solo aportaban una media del 2,5% de los afiliados asalariados medios.
En cambio, ahora este tipo de contratos acaparan el 25% de las inscripciones y bajas diarias de afiliación, pese a constituir apenas el 6% de los asalariados. Esta desproporción evidencia no solo que la volatilidad de los fijos discontinuos se ha multiplicado tras la reforma. También muestra que la precariedad de los temporales se ha trasladado a esta figura contractual.
Se convierte así en la muestra más palpable del fracaso de la reforma a la hora de mejorar la calidad de empleo en nuestro país. Pero lejos de reconocer este error en el diseño de la norma que ha disparado la utilización de los fijos discontinuos, la vicepresidenta del Gobierno se limita ahora a intentar limitar su uso incrementando las inspecciones. Cierra así los ojos a un grave error en su ley que ha disparado la precariedad de estos falsos indefinidos, lo que origina un importante daño a la creación de empleo.