Opinión

Error gigantesco de EEUU en Asia

  • China dice que la seguridad en Asia debe ser diseñada por los asiáticos y para los asiáticos
Capitolio de los Estados Unidos en Washington

Las diferencias de la arquitectura de seguridad en Asia, que Estados Unidos (EEUU) ha construido y sostenido durante décadas, con la de la región euroatlántica son tres.

El modelo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ni existe, ni encuentra parecidos en Asia, por mucho que algunos dirigentes de la OTAN se empeñen en reclamar, de forma infantil, la creación de una OTAN asiática.

La mayoría de los acuerdos de seguridad entre EEUU y países de la región son de carácter bilateral, florecieron con la conclusión de la Guerra de Corea (1950-1953) y convirtieron a EEUU en un nodo de seguridad para Asia.

Por último, la política exterior estadounidense en Asia ha intentado enrocarse en torno a mecanismos multilaterales, como es el caso de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático -Association of South East Asian Nations (ASEAN), en inglés-, cuyos miembros son Birmania, Brunéi, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam.

La banda de los cuatro de la política exterior estadounidense -Biden, Blinken, Sullivan y Nuland- está persuadida de que 2023 se cerró con innumerables éxitos para los objetivos de seguridad de EEUU en Asia y, de forma especial, frente a China.

El gobierno de Biden recita, entre estos logros, el anuncio para la cooperación de seguridad en torno a las islas niponas del sudoeste, la Declaración de Washington con Corea del Sur, la Cumbre de Camp David con ésta y con Japón, el mayor acceso a instalaciones militares filipinas, la reunión con los otros líderes del grupo Quad - Japón, Australia y la India- y el recibimiento de las visitas respectivas de los presidentes de Australia y de Indonesia.

En resumen, EE UU ha desplegado una hiperactividad notable, pero es dudoso que los resultados de ésta hayan sido directamente proporcionales.

EEUU sigue con la obsesión de mantener la defensa en el centro de sus interlocuciones con las naciones de Asia y se olvida del comercio, que es, precisamente, lo que éstas esperan.

El caso de la India tiene sus particularidades específicas, que EEUU no parece ver o no quiere aceptar.

El gobierno indio ha formulado una política exterior de Autonomía Estratégica, es decir, de independencia de cualquier alineación con bloques predeterminados.

Por ello, Nueva Delhi trata con desdén las aproximaciones agresivas de EEUU para que sancione a Rusia, de quien se ha convertido en el mayor importador de gas y de petróleo y cuyo comercio bilateral ha superado, en 2023, el valor de los 200 millardos de dólar.

La India tiene abiertas con China disputas fronterizas y no quiere vivir en un entorno asiático dominado por Pekín, por lo que debe gestionar con cuidado el surgimiento de China como potencia global, a la vez que experimenta su propio crecimiento imparable como poder mundial.

Al mismo tiempo, ambas naciones comparten asociación como miembros de BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y la ambición de liderazgo sobre el Sur global.

Washington no parece querer entender que el foco de India es el Océano Índico, más que el Pacífico, y que Nueva Delhi apuesta por una diplomacia anclada en relaciones bilaterales y a medida con todas las naciones asiáticas.

Este modelo de arquitectura de seguridad y de liderazgo estadounidenses está amenazado.

Xi Jinping lleva declarando, desde 2014, que los arreglos bilaterales de defensa en Asia son una "reliquia de la Guerra Fría" y que la "seguridad de Asia debe ser diseñada por los asiáticos y para los asiáticos".

Asimismo, el gobierno actual de EEUU está utilizando la tecnología como una herramienta de proyección de poder hacia Asia y como un arma de disuasión frente a China.

Todo ello se está haciendo sin que la Casa Blanca tome en consideración cómo serían las relaciones entre Washington y Asia, en general, y China, en particular, si, en 2024, Trump ganara, por tercera vez consecutiva, las elecciones presidenciales estadounidenses.

EEUU está excluyendo, no, incluyendo, a China de su política exterior asiática.

El liderazgo chino observa estos movimientos del gobierno estadounidense como fruto de su deseo de imponer a estas relaciones un marco más propio de una Guerra Fría 2.0.

Las palabras más usadas por los dirigentes chinos para definir la política exterior de EEUU hacia Asia son "contención" y "cerco" y aquéllos están persuadidos de que la estrategia estadounidense persigue hacer caer el régimen político de China.

Esta política exterior estadounidense de Guerra Fría 2.0 hacia China, que reverbera en toda Asia, es la equivocación más gigantesca de EEUU desde 1989, tras las de Yugoslavia, Irak, Afganistán y Ucrania.

China no está contenta y su desconfianza hacia el equipo Biden es tan grande, que no cree a los líderes estadounidenses cuando éstos les dicen a sus dirigentes a la cara que su proyecto no es acabar con el régimen chino o que no quieren reproducir la Guerra Fría.

Por otra parte, EEUU no puede esperar que la India les siga en su enfrentamiento contra China, a pesar de los problemas fronterizos que existen entre estas dos potencias, y que renuncie, por tanto, a su Autonomía Estratégica en política exterior.

Por último, los ciudadanos de Corea del Sur y de Japón miran con aprensión el acercamiento de sus gobiernos respectivos hacia una política exterior estadounidense de choque contra China porque les viene, inmediatamente a la cabeza, la tragedia por la que están pasando los habitantes de Ucrania.

EEUU debería estar buscando un acomodo de sus intereses con los de China en Asia, más que intentar contenerlos o cercarlos.

Todo lo que la banda de los cuatro estadounidense ha hecho en Asia durante 2023 no ha servido para nada bueno.

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