Opinión

Un futuro para cada lugar: La agenda territorial 2030

  • Revista de Buen Gobierno, Iuris & Lex y RSC
Foto: Getty

Ya en estas páginas hemos tenido ocasión de hablar tanto de la Agenda Urbana Española como de las Agendas Urbanas Locales, instrumentos de planificación estratégica influidos desde instancias internacionales y que han de guiar los derroteros de nuestros territorios y ciudades en aras a su mayor desarrollo y a la mejor calidad de vida de sus habitantes.

Esos auspicios se concretan en documentos tan relevantes como la Agenda 2030 (2015), la Nueva Agenda Urbana (2016) de la ONU o, ya en el ámbito europeo y entre otros, la Agenda Urbana para la UE (2016).

Es concretamente en este ámbito donde ha pasado extrañamente desapercibido un instrumento tan fundamental como es la Agenda Territorial 2030, que bajo el lema Un futuro para todos los lugares, renovó la de 2007 y fue aprobada el 1 de diciembre de 2020 por los ministros europeos responsables de la ordenación, el desarrollo o la cohesión territoriales.

Esta Agenda ofrece un marco orientado a la acción efectiva para promover la cohesión territorial a todos los niveles en la Unión Europea. Se trata de la persecución de un objetivo establecido en el artículo 3 del Tratado de la Unión Europea que implica fomentar un desarrollo equilibrado entre sus territorios y también dentro de ellos, así como garantizar un futuro para todos los lugares y personas de la Unión.

Para ello es preciso, y así lo reconoce el propio documento, partir de dos premisas básicas: por un lado, el convencimiento de que las necesidades de desarrollo -y también los efectos de los futuros avances- difieren de unos lugares a otros; y, por otro, la necesidad de operar técnicas de cooperación y coordinación entre territorios, niveles de gobierno, sectores estratégicos y grupos sociales, para dar respuestas a las distintas cuestiones y potenciales que aquellos presentan.

Todo ello responde a la conciencia de una realidad conformada por una diversidad de territorios complejos y distintos entre sí, sea cual sea la escala con que se observen, tanto en cuanto a su potencial de desarrollo como en lo que se refiere a los retos que afrontan.

Todas estas prioridades, marcadas en el calendario de esta Agenda para 2030, necesitan ser llevadas a la práctica

De igual modo es necesario partir de la consideración de que dichos territorios constituyen elementos fundamentales para el desarrollo común de Europa, para lo que han de ser conscientes de su mutua interdependencia e interacción.

La Agenda se plantea así como un instrumento pensado para tratar de lograr revertir un actual escenario europeo -calificado por ésta como crítico- de desigualdades entre lugares y personas e inmerso en una dinámica de desarrollo insostenible: una Geografía del descontento en términos de la propia Agenda Territorial.

Para revertir esta situación, ésta se marca los siguientes ámbitos de actuación:

A. Desequilibrios y desigualdades crecientes entre personas y lugares: Calidad de vida; Servicios de interés general; Desequilibrios demográficos y sociales; Digitalización y la cuarta revolución industrial; Empleo y desarrollo económico; Interdependencias entre lugares; integración global

B. Desarrollo sostenible y cambio climático: Cambio climático; pérdida de biodiversidad y consumo de suelos; calidad del aire, el suelo y el agua; Energía segura, asequible y sostenible; transición justa; Cadenas de valor circulares; Patrimonio natural, paisajístico y cultural.

La necesidad de actuar es la finalidad última de la Agenda en su ánimo de garantizar un futuro sostenible para todos los lugares y ciudadanos de Europa, partiendo para ello de dos objetivos globales como son una Europa justa frente a las desigualdades, y una Europa verde frente a una tendencia de desarrollismo insostenible.

Una Europa justa que ofrezca perspectivas de futuro a todos sus lugares y ciudadanos, desde las contribuciones en forma de planes territoriales estratégicos (presente y futuro de los instrumentos de planificación) que agrupen y coordinen al conjunto de actores y políticas sectoriales que confluyen en cada lugar, logrando que éste interactué con otros.

Para ello, lo idóneo es que este desarrollo se conduzca a través de redes policéntricas de distinto nivel (ciudades, áreas metropolitanas, comarcas, regiones, países, etc.) que las conecten en todos los ámbitos entre sí y que reconozcan -y potencien- una función a cada lugar. Debe, por otra parte, considerarse la polarización entre el centro de Europa y su periferia y, más en particular, sobre sus áreas ultraperiféricas y despobladas (algo que se reproduce también en nuestro país) como un elemento que socava el desarrollo territorial equilibrado.

En definitiva, se trata de crear red entre las ciudades de cada territorio y sus áreas circundantes situadas en la misma región funcional y, a su vez, de éstas con las de su entorno más o menos próximo en base a lógicas de digitalización y de transporte sostenible, de manera que se eviten desarrollos insostenibles como fueron los urbanísticos de nuestro en los primeros años del presente siglo.

Una Europa verde, alineada con los objetivos de la Agenda 2030 y el Pacto Verde Europeo, que proteja los medios de subsistencia comunes y configure la transición social; procure un entorno saludable con mejores medios de subsistencia ecológicos, ciudades y regiones resilientes y climáticamente neutras; fomente tanto la economía circular como economías locales fuertes y sostenibles en un mundo globalizado; y, finalmente, persiga la conectividad sostenible física y digital en todos los lugares como instrumento de conexión e interacción entre los territorios y personas del conjunto de Europa y de sus regiones en particular, dentro de un mundo cada vez más globalizado.

Todas estas prioridades, marcadas en el calendario de esta Agenda para 2030, necesitan ser llevadas a la práctica y para ello ésta reconoce como destinatarios de sus contenidos a todos los agentes europeos y nacionales del conjunto de la Unión, pero también, y esto es fundamental, tanto a las autoridades y organismos subnacionales (nivel autonómico y local en nuestro país) como a las instituciones económicas y al tejido asociativo. Nadie se queda fuera del reto así pues; su globalidad y su transversalidad así lo exigen.

La puesta en marcha de la Agenda en cada nivel es más que una necesidad casi un mandato y ha de concretarse en cada nivel con actuaciones de planificación que recaben las antedichas notas de territorialidad, naturaleza estratégica y cooperación multinivel.

Las agendas territoriales y locales, propiciadas en nuestro país desde el actual Ministerio de Vivienda y Agenda Urbana, son una idóneo ejemplo y hoja de ruta para este reto. Un reto que habrá que evaluar en el marco del primer balance de la Agenda Territorial 2030 a realizar el año próximo y a la que seguirá en 2025 el planteamiento de una posible -y segura, nos aventuramos a decir- renovación de la misma.

____________________________

Viceconsejero de Planificación Estratégica de Castilla-La Mancha.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky