Los españoles acudieron ayer a votar en unas elecciones autonómicas y municipales cuyos resultados siempre son difíciles de extrapolar a las generales.
De hecho, en estos comicios, los ciudadanos no se guían tanto por la ideología sino que votan más la gestión de los gobernantes regionales y locales. No obstante, la realidad es que las elecciones de ayer si se presentaron como un anticipo de las generales de fin de año. Así lo decidió Pedro Sánchez que planteó la campaña como si fuera un plebiscito a su gestión y a su persona. Con ese objetivo, jalonó las semanas previas a la jornada con importantes medidas de carácter general, especialmente en materia de vivienda. Pero todas estas iniciativas no han dado el resultado que el presidente pretendía. Muy al contrario han sido contraproducentes para el PSOE, ya que el votante se ha sentido engañado cuando Sánchez ha querido solucionar el problema de la vivienda en unas semanas cuando no ha hecho nada en cinco años. Esto unido al temor que genera un gobierno que ataca a los empresarios ha provocado que el PP haya ganado los comicios confirmando gobiernos, como Madrid, y recuperando siete feudos de los socialistas. Es el caso de Aragón, Baleares o Extremadura, aunque el ejemplo más llamativo es la Comunidad Valenciana, donde un pacto de PP y Vox echará a Ximo Puig del Gobierno. El color azul de los populares domina ahora el mapa autonómico de España, con una diferencia de casi 760.000 votos frente a los socialistas. Se estima que si la brecha supera los 700.000, el resultado puede ser irreversible en los siguientes comicios. Supone, por ello, un claro mensaje que el presidente y el resto del Gobierno debe escuchar, ya que anuncia un cambio de tendencia política que podría confirmarse en las generales.