Opinión

¿Necesita Europa un Plan Industrial para la era 'Net-Zero'?

Detrás de este título tan ampuloso se esconde un Plan Industrial del Pacto Verde para aumentar la competitividad de la industria europea en tecnologías limpias y apoyar una rápida transición hacia la neutralidad climática. Se trata de un plan presentado por la Comisión Europea y, como podemos observar, los organismos europeos siguen esforzándose en utilizar una terminología que les aleja de la opinión pública europea. Y no es un detalle menor, pero lo analizaremos después.

Primero, es un buen plan y apunta en la dirección correcta. Precisamos de ayudas públicas para poder competir en el comercio industrial del siglo XXI y, en este aspecto, el diagnóstico de la Comisión parece correcto: las nuevas fuentes de energía y la tecnología que sustente a las nuevas industrias menos contaminantes determinarán qué bloques económicos van a dominar el futuro. Parece ser que estamos en la vía y en la dirección correctas, pero ¿y la velocidad?

Segundo, tarde, llegamos tarde. Europa ya ha perdido el tren de la competitividad y ya no puede perder más trenes. China y EEUU nos están barriendo en competitividad; las márgenes del Océano Pacífico hace tiempo que han desplazado al Atlántico y al viejo Mare Nostrum. Las dos grandes superpotencias ya han aprobado sendos paquetes de ayudas públicas para el desarrollo de esta nueva industria y, no seamos ingenuos: ponen más dinero que nosotros sobre la mesa y además no juegan limpio.

Tercero, este partido se juega en diferentes campos: en el mercado laboral, en formación e investigación, en el dominio de las materias primas, el control de los canales comerciales y las subvenciones, muchas subvenciones y exenciones fiscales para empujar a nuestro sector industrial y de I+D+i. El Plan de la Comisión parece correcto en el diagnóstico y toca todos los palos, mejor dicho, casi todos porque olvida, una vez más, que no vive sola en su palacio de cristal.

Cuarto, la Comisión olvida también que es el gobierno de la UE, que esta está formada por personas y que hay que llegar a ellas. Si sus documentos sólo los leen los funcionarios de Bruselas y cuatro profesores universitarios que hemos de explicarlos a nuestros alumnos seguiremos fomentando el antieuropeismo entre nuestros jóvenes. Para llegar a un nivel divulgativo básico hay dos condiciones "sine qua non": utilizar un lenguaje menos ampuloso, más entendible para el señor que aún lee el periódico en el metro y, lo que es más importante, decir la verdad. La comisión olvida lo más importante, aquello que le daría credibilidad ante la opinión pública: ser sincera y reconocer que todo esto va a salir muy caro y va a requerir mucho esfuerzo.

Al igual que el precio de un electrodoméstico de bajo consumo es mucho más caro que uno convencional; al igual que es más fastidioso separar la basura que echarla toda junta, ser muy "green" nos va a salir caro y va a ser engorroso. Para no quedarnos sólo en una "duchita verde" o "greenwash", necesitamos explicar a toda la sociedad la importancia de esta transición. Una transición que no es solo energética, porque ¿qué porcentaje de nuestros jóvenes están preparados para trabajar en las nuevas industrias? ¿vamos a seguir pagando a nuestros maestros sueldos de miseria? Hemos sabido formar a los mejores médicos de Europa ¿no sabremos formar a los mejores maestros? ¿para cuándo un MIR para ellos? Hay que decir la verdad aunque a veces duela.

La transición verde y digital necesita no solamente de una mayor innovación y utilización de las nuevas tecnologías en los sistemas de producción y consumo, sino también de la progresiva reducción de los sistemas productivos y de consumo que no son sostenibles. Esos dos procesos van de la mano y, si realmente estamos preocupados por el cambio climático, si realmente queremos acelerar la reducción de emisiones, hemos de acelerarlos.

China ya domina ampliamente las materias primas y las investigaciones relacionadas con la tecnología que va a requerir la "nueva industria". Tiene el control mundial casi absoluto de lo que se llama materias "rare earth metals" (17 metales raros) que son absolutamente fundamentales para los productos de la industria verde, como por ejemplo las baterías. Esa dependencia tan grande de China, no solo como la fábrica del mundo en sus productos ya elaborados, sino también en las materias primas y la tecnología para desarrollar la industria verde, ha puesto en alerta a muchos estados nacionales. La última crisis sanitaria nos ha demostrado que somos incapaces de fabricar mascarillas de papel, guantes de goma o hidroalcohol; hemos constatado nuestra total dependencia en productos básicos. Este proceso no se puede mantener. Incluso los que nos reconocemos como liberales recalcitrantes, hemos de reconocer que necesitamos reducir nuestra dependencia exterior y, fundamentalmente, en materia energética: materias primas y tecnología aplicada a la "nueva industria".

Algo hemos aprendido del siglo XX, ya no hablamos de Guerras Mundiales, pero las "guerras comerciales" presentarán diferentes frentes: el control de las materias primas, las patentes, los canales de distribución, etc… Y, al igual que siempre ha sucedido con el comercio agrícola, no habrá "fair play". Las ayudas públicas, una vez más, marcarán las diferencias y sólo nos queda rezar para que la UE no siga quedándose atrás.

En resumen, el plan de la UE es un buen texto, pero escaso y llega tarde. Nuestros competidores más directos se nos han adelantado y están apostando más fuerte. Y además, recordemos, no juegan limpio.

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