Opinión

El IRPF que pagamos por la inflación (I)

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La recaudación del IRPF, el impuesto más importante y recaudatorio de nuestro sistema fiscal, está en máximos. Dicho de otra forma, los españoles pagamos más IRPF que nunca. Esto es, en términos generales, una buena noticia porque nos aleja de una crisis fiscal de ingresos como la que sufrimos entre 2008 y 2013. Además, la progresividad de nuestro sistema fiscal descansa precisamente en el IRPF.

La progresividad del sistema fiscal es un mandato constitucional. Se puede discutir cuál es el nivel deseable de progresividad, y también, incluso, cuál es el nivel soportable de progresividad sin que se disparen los incentivos al fraude o, simplemente, a dejar de trabajar. Pero, en cualquier caso, hay un consenso generalizado de que, a un contribuyente con una renta de 16.000 euros, algo menos de 1.200 euros brutos al mes, no puede soportar los mismos tipos impositivos que uno que gane 90.000 euros.

La expresión más directa de la progresividad de un impuesto es el tipo marginal, que es el porcentaje de impuesto adicional por cada euro que se gana de más. En el estudio de EsadeEcpol, que Carlos Victoria y yo presentamos hace unos días, lo primero que se destaca es que el tipo marginal, es decir, la progresividad del IRPF, es errática. Así, hasta 15.000 euros es cero, a partir de ahí hasta 20.100 euros es un 43%, y luego en las rentas media-bajas está en el 30%. Éste es un problema de diseño del impuesto que proviene de la reforma de 2018, que supuso una rebaja importante en el IRPF de las rentas más bajas sometidas al impuesto.

Pero la situación de 2023 no es la de 2018. Ahora, los españoles nos enfrentamos a una situación de inflación y empobrecimiento. Esto se refleja en muchas cosas, y también en la factura fiscal. Señalaba Keynes que la "inflación también es un impuesto". El impuesto que más refleja la inflación es el IRPF. Así, que la recaudación del IRPF esté en máximos y siga subiendo, tiene varias causas. Por una parte, la recuperación económica y el descenso del desempleo.

Pero el crecimiento de las bases del IRPF, denominadas rentas de los hogares, y que son en un 80% salarios y pensiones, también se debe a la inflación, y más en concreto, a los denominados efectos de segunda ronda. Cuando los salarios y pensiones se incrementan, para compensar total o parcialmente la inflación, aumentan las bases imponibles del IRPF. Pero, no sólo eso, también aumenta el tipo medio efectivo al que estas rentas están gravadas, puesto que el impuesto es progresivo. Este segundo efecto, pagar un porcentaje de IRPF superior con la misma, o menor incluso, renta real o capacidad económica, es lo que se conoce como progresividad en frío.

Contra la creencia popular, no hace falta "saltar de tramo" para que esto suceda. Si no se actualizan los parámetros del impuesto, la práctica totalidad de los contribuyentes tendrán más renta sometida al tipo más alto, aunque no cambien de tramo, y en consecuencia pagarán más porcentaje de su renta en IRPF, sin que haya aumentado su capacidad económica.

La progresividad en frío que estamos sufriendo en el IRPF se refleja en su tipo medio efectivo, que alcanzó en 2021 su máximo histórico, pero que ha seguido subiendo en 2022, y si no hay cambios, seguirá subiendo en 2023. Aquí destaca el tipo medio efectivo de las pensiones que lleva subiendo ininterrumpidamente desde 1995.

Efectivamente, la progresividad en frío es una subida real de impuestos. Sin embargo, corregirla, como recomiendan los manuales de Hacienda Pública, se enfrenta a tres problemas. En primer lugar, si se quiere eliminar completamente la progresividad en frío, entonces hay que modificar todos los elementos del impuesto. En segundo lugar, esto supone renunciar a una recaudación considerable. Si se quisiese eliminar por completo, con una inflación media del 8,4%, y con una recaudación prevista de 110.000 millones en el IRPF, esto supondrían unos 9.000 millones menos de recaudación, es decir o casi un punto más de déficit, o bien muchas políticas públicas que no se podrían abordar. Por otra parte, el beneficio individual para cada uno de los más de 25 millones de contribuyentes que pagan el IRPF, incluso aunque no tengan que hacer declaración, es pequeño.

Pero, el principal problema de una corrección sustancial de la progresividad en frío en tiempos de inflación es que esto, paradójicamente, crea, a su vez, más inflación. Los contribuyentes, que tienen más renta disponible, porque se les reduce el IRPF, se gastarán buena parte de esa renta. Esto se acentúa en tiempos de inflación elevada, y, sobre todo, en el caso de las rentas más bajas. Y esto supone, a su vez, más presión de demanda, y más inflación. No es justo, pero la vida casi nunca lo es.

Por supuesto, el efecto inflacionista de corregir la progresividad en frío se puede compensar con otras políticas, especialmente dentro de un pacto de rentas, como menor crecimiento de salarios, pensiones y beneficios, o recortes de gasto público. Pero todas estas políticas anti-inflacionistas suponen sacrificios. Por otra parte, concentrar las ayudas específicamente en los colectivos de menos rentas no sólo supone menos gasto, sino que también es menos inflacionista. Un análisis completo, y creo que comprensible, de la inflación, los impuestos, y en general de la sucesión de crisis que hemos padecido, se puede encontrar en mi nuevo libro "Y esto, ¿quién lo paga? (Debate 2023).

En cualquier caso, existe un grado tolerable de progresividad en frío, que al final es una subida del IRPF, y este grado de tolerancia es menor cuanto menor sea la renta. Por eso, en la ley de presupuestos para 2023, se ha reducido el IRPF para las rentas más bajas sometidas al impuesto. Ésta es una reforma similar a la acometida en 2018, pero ahora en tiempos de inflación. Como comentaremos la próxima semana, y como se detalla en nuestro estudio para Esadeecpol, esta reforma acentúa los problemas de elevadísima y errática progresividad en las rentas más bajas, y de una doble tarifa en el tramo entre 15.000 y 21.200 entre declarantes y no declarantes, que además de crear situaciones de inequidad, dificulta extraordinariamente la generalización de la obligación de declarar IRPF. Como veremos, alguna de estas cuestiones podría tener una solución viable.

Por cierto, si están en Madrid y les interesan estas cuestiones, el próximo miércoles día 15 a las 19,30 presento mi libro "Y esto, ¿quién lo paga?" en el Espacio Bertelsmann. Todos los lectores están cordialmente invitados.

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