Opinión

Elon Musk ha vuelto a demostrar que sus críticos se equivocan

Elon Musk

Twitter se estrellaría espectacularmente cuando los ingenieros fueran despedidos. Tesla estaba a punto de implosionar, ya que los objetivos de producción no se cumplían y sus altísimos precios disuadían a los compradores. Sus cohetes no iban a ninguna parte, estaba en los tribunales por engañar a los inversores, su fortuna se desinflaba y, para colmo, seguían apareciendo nuevos hijos de la nada, lo que siempre es una distracción del trabajo diario. El regodeo de la izquierda liberal por la caída de Elon Musk fue indisimulado. Su mezcla de política libertaria, espíritu empresarial disruptivo y gestión despiadada estaba destinada a condenarle a un olvido casi seguro. No podían esperar a celebrar su desaparición.

Pero esperen. En las últimas semanas, Musk ha dado un giro espectacular. Tesla ha registrado un récord de ventas esta semana y sus acciones vuelven a cotizar al alza. Twitter se ha estabilizado y puede que por fin esté en la senda de la rentabilidad. Su temprana inversión en ChatGPT, la herramienta de inteligencia artificial que está arrasando en Internet, demostró una vez más lo astuto inversor que es. Mientras tanto, sigue dirigiendo múltiples empresas con mucho más brío y ambición que la mayoría de sus rivales, grises y aptos, para dirigir una sola. Es cierto que Musk no suscribe el paquete de capitalismo de inclusión, responsabilidad social y activismo político que se considera obligatorio para los directores ejecutivos en la década de 2020. Pero en términos de pura capacidad, supera a todos sus críticos de mente estrecha, y lo hace una y otra vez.

No cabe duda de que el hombre que el año pasado fue, aunque por poco tiempo, el más rico del planeta ha pasado unos meses difíciles. Tesla, el elegante fabricante de vehículos eléctricos que constituye el núcleo de su fortuna, mostraba signos de ralentización drástica. Le costaba cumplir los objetivos de producción y su elevado precio empezaba a disuadir a los compradores, sobre todo cuando todos los gigantes tradicionales se pusieron al día con su propia gama de coches de baterías. Desde un máximo de más de 380 dólares en abril del año pasado, en Navidad las acciones de Tesla se habían desplomado a sólo 110 dólares, lo que supuso una pérdida de miles de millones de dólares de su valor de mercado. Sus pérdidas personales ascendieron a 150.000 millones de dólares, lo que le valió entrar en el Libro Guinness de los Récords como la persona que más dinero ha perdido en la historia. Su empresa de cohetes SpaceX no iba a ninguna parte. Resultó que había engendrado gemelos con una alta ejecutiva de una de sus empresas y a finales de año tenía hasta diez hijos. Se enfrentaba en los tribunales a una demanda colectiva de accionistas de Tesla por unos tuits supuestamente engañosos sobre la privatización de la empresa. Quizá lo más grave de todo es que se vio obligado a seguir adelante con una precipitada adquisición de Twitter por 44.000 millones de dólares, sólo para descubrir que había pagado en exceso por una empresa que sangraba en efectivo, no tenía un verdadero modelo de negocio y estaba formada por activistas políticos que estaban más interesados en la censura y las campañas que en dirigir un negocio, y que estaban en abierta rebelión contra su nuevo propietario. A veces parecía que todo lo que podía salir mal había salido mal, y todo al mismo tiempo.

Al establishment liberal-izquierdista nunca le ha gustado Musk. Esto se debe en parte a que es un empresario, y nunca son populares con el tipo de personas que creen que un gobierno más grande y más regulación es la única manera de crear una mayor prosperidad. En parte porque, como gran parte de la mafia "Paypal", llamada así por los inversores que hicieron sus primeras fortunas con el sitio de pagos, simpatiza con el libertarismo, recomendando las obras de Ayn Rand, la escritora y filósofa más odiada por la izquierda. Y es en parte porque su ambición inquieta y adicta al trabajo era una reprimenda permanente para los mortales menores entre nosotros. Sin embargo, la gota que colmó el vaso fue su apropiación de Twitter, el foro favorito de la izquierda, y un sitio que convirtió el liberalismo histérico de señalización de virtudes en un fenómeno global. Seguramente ninguna organización podría sobrevivir al despido de todo el departamento de "derechos humanos", a la abrupta exigencia de que todo el mundo volviera a la oficina o a la insistencia en que el personal fuera "duro" o se quitara de en medio. Si no se estrellara, todas las empresas del mundo tendrían que reexaminar su plantilla.

Es cierto que ha habido algunos momentos de tambaleo y que Musk ya no es tan rico como antes. Y, sin embargo, en los últimos días hay indicios de una remontada. La semana pasada, Tesla presentó unos resultados récord y los recortes de precios de sus modelos estrella provocaron una reactivación de la demanda. Las acciones ya han subido un 63% desde principios de año, demostrando que los bajistas estaban equivocados. Fue uno de los primeros patrocinadores de OpenAI, creadora de ChatGPT, y aunque rompió sus lazos con la organización sin ánimo de lucro hace unos años, demostró una vez más su astucia a la hora de respaldar nuevas empresas y detectar la próxima gran tendencia. SpaceX ayudó a lanzar una misión japonesa que planea ser la primera empresa privada en llegar a la Luna en abril de este año, un nuevo hito en la explotación comercial del espacio. Y Twitter, lejos de hundirse por completo, o de ser abandonado por sus usuarios como protesta por los recortes de personal de su nuevo propietario, muestra signos de que al menos ha frenado la sangría de efectivo. Puede que nunca sea capaz de justificar su precio, pero si alguien puede convertirlo en un negocio viable, y que permita al centro-derecha tener tanta voz como a la izquierda, ese es Musk.

De todo ello se pueden extraer dos lecciones. La primera es que nunca hay que descartar al incontenible Musk. En realidad, es el creador de nuevas empresas más brillante de la actualidad. La segunda es que el espíritu empresarial inquieto y ambicioso siempre triunfará sobre las banalidades grises y mortecinas de la sabiduría convencional. Puede que Musk nunca vuelva a ser el hombre más rico del mundo. Puede que se estrelle y arda. Pero todos los que querían que fracasara, y que fracasara pública y espectacularmente, se han equivocado. De hecho, quizá algunos de ellos deberían empezar a intentar emular su éxito, en lugar de regodearse en su inminente caída.

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