Que nuestro planeta está cambiando, parece una cosa obvia con los datos meteorológicos disponibles hoy en día. Por suerte, el consenso sobre la existencia sobre el cambio climático actualmente es casi global, pero no hace tanto tiempo las opiniones negacionistas eran muchas y las acciones y planificaciones de protección del medio ambiente se consideraban innecesarias o como mínimo económicamente no rentables.
Hace poco leía la opinión de un antiguo compañero de trabajo en redes sociales en un post en el que hacía referencia a cómo actualmente en España tenemos una situación energética privilegiada en comparación con otros países vecinos, más bien por las condiciones geográficas que tenemos que por las políticas energéticas adoptadas en nuestro país a lo largo las últimas décadas. Contamos con un mix energético multi tecnológico, con un parque de generación renovable cada vez mayor que nos permite tener la energía más barata que nuestros vecinos con la consecuente ventaja competitiva para nuestras empresas energéticamente intensivas y para la localización de nuevos proyectos industriales en nuestro país pudiendo ayudarnos a ser líderes en nuevas tecnologías como la producción hidrógeno renovable.
Sin embargo, no estamos hablando únicamente de la repercusión del precio de la energía y de las ventajas competitivas que supone teniendo en cuenta que cada vez la energía supone un porcentaje mayor en los costes de producción de cualquier tipo de empresa, sino de una cierta independencia energética. La situación geopolítica internacional nos ha hecho aprender a valorar este factor en mayor medida si cabe, estableciéndose las políticas energéticas y el desarrollo del hidrógeno renovable, el biogás, el almacenamiento y las energías renovables una cuestión de estado.
No obstante, esta situación geopolítica no solo ha conllevado a una crisis energética sino que nos ha hecho darnos cuenta de los peligros de depender de otros países en cuestión de suministro de materias primas.
Nuestro modelo económico y productivo eminentemente lineal, hace que las crisis en terceros países afecte a nuestras empresas de manera crítica.
Salir de este modelo productivo no es meramente una cuestión ambiental sino que debería considerarse una cuestión de estado por la afección de seguridad y la importancia a nivel económico que conlleva.
Los proyectos basados en la reducción de consumo de materias primas, la reducción y reutilización de residuos como materias primas secundarias suponen una oportunidad de posicionamiento estratégico para nuestras empresas, siendo necesario el desarrollo de políticas públicas adecuadas que permitan el desarrollo de estrategias de Economía Circular a las empresas o a conjuntos de empresas.
Hace relativamente poco las energías renovables, la descarbonización de las empresas y la economía circular se consideraba un sobrecoste actualmente no debe considerarse solo una ventaja económica, sino que se ha convertido en una cuestión de Estado.