El precio del petróleo ha caído cerca del 30% desde los máximos de junio, hasta el entorno de los 86 dólares el barril. Este descenso deja claro que el mercado descuenta desde entonces una menor demanda en Occidente, por el impacto en la economía del endurecimiento de la política monetaria de los bancos centrales, y en China, por los problemas sanitarios.
Para revertir la situación, la OPEP+ recortó en noviembre la oferta en 2 millones de barriles, pero sin éxito. No en vano, el barril se dejó otro 6% el pasado mes. Es evidente que los países productores mantendrán el grifo de crudo a medio gas tras su reunión del domingo. Aunque los analistas consideran que no serán capaces de dar un impulso a los precios en los próximos meses. De hecho, los futuros del Brent se sitúan entre los 87 y 83 dólares durante2023. De cumplirse este escenario, el beneficio de las petroleras caerá un 27% hasta 2024, lo que pasará factura a un sector cuya cotización brilla en el presente ejercicio. Pero desde un punto de vista macroeconómico, la estabilidad en el precio del crudo supone una excelente noticia. No en vano, el petróleo ha sido una variable clave de la espiral inflacionista, por lo que su caída sería fundamental para frenar el IPC. Con todo, se debe tener cautela ante la volatilidad implícita de esta materia prima.
Los futuros prevén estabilidad en el precio del crudo para el próximo año lo que, de cumplirse, frenaría el alto IPC
Pero también por diversos factores que pueden impulsar la demanda, como la llegada de un invierno más duro de lo anticipado a Europa, o un fin antes de lo previsto de las restricciones sanitarias en China por la mayor presión social. Asimismo, la entrada en vigor este mismo mes del nuevo paquete de sanciones de Europa a Rusia, que limita el precio del crudo ruso a los 60 dólares, también podría propiciar un impulso en el coste del Brent.