La renta fija está sufriendo las consecuencias de dar marcha atrás a una década de estímulos por parte de los bancos centrales. Tanto es así que el primer activo de este mercado, el bono estadounidense con vencimiento a 10 años (T-Note), sufre pérdidas de casi el 20% en el año. Esta caída desmonta el mantra de que la deuda es un activo libre de riesgo y confirma que la renta fija era una burbuja inflada por las políticas de los bancos centrales.
Eso sí, este mal desempeño no debe hacer que los inversores descarten invertir en deuda justo en un momento en el que sus perspectivas de rentabilidad se disparan. Un cambio de tendencia que se ha producido tras conocerse la pasada semana el dato de inflación de EEUU, que sorprendió para bien al ser mejor de lo esperado. El primer control del IPC provocó que los inversores se lanzasen a comprar bonos, lo que ha impulsado su precio y reducido su rentabilidad. En concreto, el precio de una cartera de renta fija global recupera ya un 3,5% este mes y ha permitido achicar las pérdidas del año, hasta el 17,6%. Con todo, lo más importante es que tras una década de rendimientos bajos o nulos, los tipos de interés y las primas de riesgo de los bonos vuelven a resultar adecuadas. No en vano, la rentabilidad esperada de una cartera diversificada de renta fija a nivel global alcanza el 3,64% frente al 1,31% previsto a inicios de año.
El inversor se debe olvidar de las pérdidas del 20% en el año y aprovechar la alta rentabilidad actual que ofrece la deuda
Estas ganancias permiten a este mercado convertirse en una alternativa a tener el dinero en liquidez y a las bolsas. Con todo, el inversor debe tener en cuenta que las buenas previsiones para la deuda pueden verse afectadas en caso de que la inflación vuelva a incrementarse, lo que obligaría a los bancos centrales a endurecer la normalización monetaria.