
La persistencia del alto IPC a ambos lados del Atlántico echa por tierra las opciones de atisbar un final cercano de las subidas de tipos.
A ello contribuye el presidente de la Fed, Jerome Powell, al extender en el tiempo el horizonte de actuación de los bancos centrales, aunque con incrementos menos drásticos en el interés. Por ello, el mercado ya descuenta que la Fed alcanzará su techo en marzo de 2023 dejando los tipos en el 5,25%. El BCE, por su parte alargará las subidas hasta noviembre situando el precio del dinero en el 3,5%. Esta diferencia se explica porque la expectativa de precios a largo plazo en la eurozona es menor a la de EEUU. En concreto, los analistas y el BCE estiman que el IPC estará en el año 2023 en el 2,3% en Europa frente al 2,6% en EEUU. Pero independientemente de que se cumplan los pronósticos, la realidad es que solo una gran recesión detendrá unas subidas de tipos que seguirán pasando factura a la actividad económica y a la financiación. Así lo refleja el euribor que aunque frena el rally de 2022 seguirá ascendiendo desde el 2,6% actual hasta el 3% el próximo año. Un incremento que encarecerá aún más las hipotecas a tipo variable, lo que impactará en el sector inmobiliario y en los presupuestos familiares.
Urge coherencia entre la política fiscal y la monetaria y evitar las ayudas generalizadas que impulsan el IPC
Queda así patente la alta factura que implica la lucha de los bancos centrales contra el IPC. En este contexto, adquiere relevancia el mensaje que lanzó Pablo Hernández de Cos esta semana en el acto de entrega del Premio Echegaray de elEconomista. El gobernador del Banco de España apeló a la "coherencia" entre política fiscal y monetaria, a la par que rechazó los estímulos generalizados que lo único que hacen es causar más inflación. Un aviso a navegantes.