
Durante los últimos años, las grandes cotizadas españolas han impulsado las desinversiones. Una tendencia que no han abandonado a lo largo de 2022.
Así lo demuestra el hecho de que las empresas del Ibex han vendido activos por más de 15.000 millones desde el 1 de enero. Gracias a ello, las integrantes del selectivo (excluyendo a las firmas financieras y socimis) cerrarán el presente ejercicio con un apalancamiento de 2 veces su ebitda, el nivel más bajo desde 2006 y un 39% menor al de 2014, cuando la ratio alcanzaba su máximo en las 3,8 veces. La elevada carga del pasivo generó graves problemas para las empresas en la crisis financiera de 2008, y durante la recesión motivada por la deuda periférica de la eurozona, que arrancó en 2012. Es obvio que el Ibex se enfrenta al adverso entorno macro actual con los deberes mejor hechos que entonces. Esto supone una importante ventaja ante el cambio de rumbo de los bancos centrales para doblegar la inflación, que han dado inicio a un ciclo monetario restrictivo. En Europa, este giro se traduce con subidas de tipos de entre 50 y 75 puntos básicos (esta última la más contundente de la historia del euro) y el fin de las compras netas de activos. Una tendencia que se mantendrá en 2023 y que seguirá encareciendo las condiciones de financiación para las empresas. Ante este riesgo, el Ibex ha acertado de pleno al aprovechar el largo periodo de tipos al mínimo en la eurozona para reducir la mochila de la deuda. Debido a esta adecuada estrategia, y al contrario de lo ocurrido durante las dos grandes recesiones acontecidas en las pasadas décadas de este siglo, las grandes cotizadas españolas están en una excelente posición para seguir impulsando su crecimiento a pesar del alza del precio del dinero.