
La inflación no da tregua en EEUU y cierra septiembre en el 8,2%, tras caer solo una décima. Asimismo, la tasa subyacente (sin la volatilidad implícita de la energía y los alimentos sin procesar) acelera un 0,3% y ya alcanza el 6,6%, su máximo desde agosto de 1982.
Ambos porcentajes quedan por encima de lo esperado por el mercado que barruntaba en ambos datos una décima menos de lo finalmente registrado. A pesar de ello, y tras las caídas iniciales nada más conocerse el IPC estadounidense, las bolsas aguantaron el tipo, especialmente en Europa, donde la mayor parte de los índices terminaron la sesión en verde. Un rebote producido por el cierre de posiciones cortas y no porque haya habido nuevas compras de acciones. La nula entrada de dinero en las bolsas sumado a las ventas masivas de deuda estadounidense (el bono a diez años vuelve a cruzar el 4% de rentabilidad) dejan claro que la volatilidad sigue siendo la tónica del mercado y la posibilidad de ver mayores caídas sigue plenamente vigente. A ello contribuye el claro mensaje que manda la inflación al confirmarse que sigue fuera de control. Pero no solo en EEUU. En Europa la situación es incluso más grave, debido al impacto más directo de la guerra en Ucrania en los precios. Así lo demuestra el último dato de IPC de Alemania en el 10% (su nivel más alto en 70 años).
El IPC no da tregua y aumenta la presión en los bancos centrales, que deberán persistir en las subidas de tipos
En este contexto, los bancos centrales a ambos lados del Atlántico no tienen más remedio que persistir con las subidas de tipos de interés. Solo así se podrá poner fin a las desbocadas tasas de inflación tanto en EEUU como en la eurozona. Eso sí, la necesaria agresividad en la normalización monetaria pasará un alto coste económico e incrementa el riesgo de recesión global.