En realidad, es como si el fallecido profesor Milton Friedman hubiera sido premiado dos veces, ya que las contribuciones realizadas por los profesores Bernanke, Diamond y Dybvig en esencia ya fueron estudiadas y desarrolladas con un aparato estadístico y econométrico avanzado para la época por el propio Friedman y por Anna Schwartz en su monumental obra "Historia Monetaria de los Estados Unidos, 1867-1960" en 1963. Incluso, ahondando más en esta cuestión, no dejó de ser sorprendente que a Friedman se le diera el Nobel por "sus estudios en los campos del análisis del consumo, historia y teoría monetarias, y por su demostración de la complejidad de la política de estabilización", sin mencionar su contribución crucial sobre los determinantes de la Gran Depresión de los años 30 desde la óptica monetaria: dejar que se hunda la oferta monetaria (dicho de otra forma, el canal del crédito) provoca que una crisis se convierta en una depresión.
Lo que hoy parece un tremendo descubrimiento ("la importancia de no dejar caer a los bancos ante una crisis financiera"), es lo que la Academia y la práctica de política monetaria lleva aplicando desde hace décadas, especialmente desde la crisis de los setenta. De hecho, el cúmulo de errores tanto en política monetaria como fiscal que prolongó la crisis hasta bien entrados los ochenta, fue el caldo de cultivo para que se aplicara con contundencia lo que Friedman exigió durante años: la disciplina y la moderación en la oferta de dinero. La 'regla de oro' como la definió Mark Carney en su etapa como gobernador del Banco de Inglaterra.
Precisamente, esta práctica es la que abandonó la Reserva Federal ya en época de Alan Greenspan y profundizó en época de Ben Bernanke, extendiéndose hasta nuestros días y constituyendo el epicentro del problema que la actual política monetaria debe resolver como es la inflación. Durante su mandato como presidente de la FED, Bernanke fue decisivo para tomar dos decisiones trascendentales: una, doblarle el pulso al entonces secretario del Tesoro Henry Paulson para poner en marcha el primer plan de rescate de la banca tras la caída de Lehman Brothers, y dos, ayudar a la aprobación de varios paquetes legislativos en materia de regulación financiera, en especial, el que contenía la llamada 'regla Volcker' y otro donde se recuperó la esencia de la 'ley Glass-Steagal' de los años 30 para separar la banca comercial de la de inversión.
Sin embargo, más allá de estas aplicaciones prácticas de lo estudiado académicamente, a Bernanke no se le conoce precisamente por su coherencia a la hora de hacer política monetaria con respecto a sus estudios históricos. Alguien que conozca bien la dinámica tanto de la mitad de los años 30 como de lo que ocurrió en Japón a partir de 1987, sabe que la receta monetaria es hacer justo lo contrario de lo que hizo Bernanke en sus últimos años al frente de la FED como es mantener los tipos entre el 0% y el 0,25%, camino parcialmente enderezado por su sucesora Janet Yellen y que ahora le toca reforzar al actual presidente Jerome Powell.
Por último, con respecto a Diamond y Dybvig, han realizado avances significativos en un campo también de sobra conocido y con unas dinámicas predecibles como es el riesgo de asentar un sistema de banca comercial sobre un principio de 'reserva fraccionaria' y bajo la dinámica de un 'descalce de plazos' donde ahorradores y deudores tienen dinámicas contrapuestas. Más allá de la discusión teórica, la solución que proponen los autores es la misma que se viene aplicando desde que en Reino Unido se inventó el concepto de "prestamista de última instancia" encarnado por el Banco Central, y posteriormente en Estados Unidos tras el pánico bancario de 1907 el seguro de depósitos.