
Hace unos días se celebró en Barcelona el aniversario del ataque islamista en Las Ramblas que dejó 16 muertos y 350 heridos, a los cuales se quería homenajear. Allí, en Las Ramblas, había un grupo de separatistas que se dedicó a sabotear el minuto de silencio en memoria de los asesinados.
Lo que hizo Laura Borrás (representante del huido Puigdemont) apoyando a los reventadores lo califica muy bien Juan Carlos Girauta: "Un político no puede […] hacer lo de Borrás sin el reproche unánime, incluyendo a los que han convertido a Otegi en respetable llave de la gobernabilidad, y aun a los que ven un aliado en Carles Sastre, que mató a José María Bultó por bomba adherida en el pecho. Sumarte a los que insultaron a las víctimas de Las Ramblas es uno de los pocos albañales ante los que nadie simula que huele a flores. ¿Qué hay detrás? Una mentira más, que hace responsable de aquella matanza al CNI y al Gobierno de Madrid, quienes, según estos mentirosos, conocían a los terroristas y no los detuvieron.
Pero más allá de todo este trampantojo está un tinglado mentiroso con gran presencia en el exterior, sostenido, claro está, con dinero público. Mediante él han logrado, en palabras de Carlos Conde Solares, "que se pase de puntillas sobre las flagrantes conexiones entre el entorno de Carles Puigdemont y el Kremlin, documentadas en su día por The New York Times, The Washington Post y por un puñado de europarlamentarios encabezados por Maite Pagazaurtundúa. También ha conseguido que un informe por encargo carente del mínimo rigor científico, el perpetrado por la Universidad de Toronto bajo el título de CatalanGate, apuntale su relato victimista, amplificado por un conglomerado de tontos útiles. La pulsión anglocondescendiente de corresponsales como los de The Guardian y redacciones escolares como la firmada por el hijo de Woody Allen y Mia Farrow en The New Yorker sirvieron para embarrar la imagen de España ante un público bien dispuesto por el estereotipo negrolegendario".
Todo este montaje contra la democracia española está construyendo un canon académico para justificar el secesionismo, desprestigiar la democracia española y construir un relato que se alinee con los postulados procesistas.
Otro ejemplo de la invasión intelectual separatista lo recoge el citado Conde Solares citando en primer lugar lo publicado por los separatistas Sanjaume-Calvet y Elvira Riera en el número 281 (2022) de la revista Party Politics, donde defendían con "grandes argumentos" la exclusión del castellano. Daniel Cetrá y Sergi Morales insistían en ese mismo asunto en la revista Ethnicities. De esta suerte, cualquier estudioso foráneo que quiera aproximarse al problema catalán se va a chocar contra ese muro de mentiras que el separatismo ha construido. Una bibliografía sesgada que va a dificultar muy seriamente que cualquier intelectual se haga una idea verídica y cabal de lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo en Cataluña.
¿Y qué hace el Estado español para detener este ataque? Pues más bien poco y, sin embargo, puede y debe hacer mucho más. Dentro y fuera de Cataluña. Dentro y fuera de España. Pero el actual Gobierno no vale para eso, al estar bajo la tutela de ERC y de Bildu. ¡Ojalá que el próximo sea capaz de acabar con tantas mentiras!