
En Alemania vuelven al carbón; en Francia apuestan por la energía nuclear, y en España nos quitamos la corbata. Este meme que ha circulado profusamente por las redes sociales en las últimas semanas trasciende de ser un ingenioso chascarrillo para convertirse en la simplificación de la realidad de este país y en la caricatura de un gobierno fuera de la realidad, que incapacitado para ofrecer soluciones a los problemas de los ciudadanos se dedica a plantear parches, improvisaciones y ocurrencias, en contraste con las medidas serias y de corrección adoptadas por nuestros socios y competidores europeos.
Una tendencia general que se mimetiza ahora en ese llamado Plan de Ahorro Energético que no solo invade las competencias de las comunidades autónomas y vulnera la Ley de Prevención de Riesgos Laborales -temperatura de entre 23 y 25 grados en verano y de entre 21 y 23 grados en invierno-, sino que supone un atentado contra la iniciativa empresarial, la economía y el empleo. Normas que quiere imponer manu militari cuando en otros países de nuestro entorno son obligatorias para el sector público pero voluntarias para las familias, las empresas y el sector privado en general.
Porque si este Gobierno fuera coherente con esa cogobernanza que predica y con el respeto a las instituciones, a la democracia y a las libertades habría negociado, en primer lugar, este plan de ahorro con los gobiernos autonómicos y las asociaciones empresariales. Habría llevado, después, la norma a convalidación al Parlamento para, finalmente, limitarse a exigir un porcentaje mínimo de reducción del consumo energético y que fueran las comunidades autónomas las encargadas de instrumentar las medidas necesarias en función de las peculiaridades de cada territorio y de las circunstancias de cada sector de actividad.
El Plan de Ahorro solo vulnera las competencias de las CCAA y la ley de riesgos laborales
Pero lo más grave de este supuesto plan de ahorro energético es que desenfoca el problema real que no es otro que el abastecimiento y, sobre todo, el brutal incremento de los precios. Factores ante los que países como Alemania, Francia, Austria o Reino Unido, por citar solo algunos, han vuelto a reabrir sus centrales eléctricas de carbón y a prolongar la vida de sus centrales nucleares, cuando no a abrir nuevos reactores para garantizarse un autoabastecimiento energético mediante una electricidad limpia, segura y más barata en beneficio de sus empresas y particulares.
Así, mientras nosotros seguimos pagando una de las energías más caras de Europa, en Alemania con el partido verde en el Gobierno, han renunciado ya a sus objetivos de descarbonización en 2030 y han vuelto a abrir sus fábricas. Mientras la Francia de Macron reactiva su apuesta por la energía nuclear con la construcción de seis nuevos reactores y con el apoyo de la izquierda gala. Una energía nuclear que, recordemos, junto al gas, ya son verdes para la UE y se podrán beneficiar de los incentivos a las renovables.
Y mientras, otros países y gobiernos trabajan y buscan soluciones, aquí seguimos sin tener política energética y sin abrir el debate para elaborar un auténtico Plan Energético Nacional basado no en ese infantilismo ideológico y ese cinismo institucionalizado que caracteriza a la izquierda radical y anacrónica que tenemos en España, sino en las propuestas y recomendaciones de la inmensa mayoría de expertos nacionales e internaciones, que pasan por potenciar las energías renovables e implementar el desarrollo de la nuclear.
Eso haría un gobierno serio, que tuviera credibilidad y autoridad, con sentido de Estado y preocupado por España y por los españoles. Es decir, todo de lo que carece el sanchismo gobernante, debilitado por sus guerras intestinas con sus socios coaligados y obsesionado únicamente por perpetuarse en el poder, cueste lo que cueste y caiga quien caiga.