Opinión

Donde se cruzan los caminos

En esta Europa decadente hace tiempo que la palabra crisis se viene adjetivando a un gran número de infortunios sociales y económicos tristemente encadenados. El que ahora más preocupa y ocupa las portadas de los medios comenzó, al menos sobre el terreno, el último jueves de febrero bajo la invasión rusa a la región ucraniana del Dombás. Aunque el conflicto bélico bien podría sumarse a otros como el de Siria, Libia o Afganistán, la excepcional implicación tanto de la Unión Europea como EE.UU. ha provocado que algunos expertos se atrevan a posicionarlo como «la auténtica» Primera Guerra Mundial por su impacto en los 7.900 millones de habitantes de un mundo que, hasta la fecha, se mantiene globalizado.

Los tentáculos de la guerra encuentran entre sus bandos un único punto de convergencia: las víctimas. Y a la lamentable pérdida de vidas humanas hay que añadir otra víctima colateral, la economía, que vuelve a sufrir por partida doble tras apenas superar los estragos de la pandemia. Las consecuencias son de lejos visibles para todos nosotros cuando echamos mano al bolsillo para pagar la factura de la luz o llenar el carro de la compra, por citar sólo algunos ejemplos. En el caso las administraciones públicas, sin embargo, este escenario no hace más que recrudecer una situación ya agonizante para las grandes infraestructuras españolas, donde el aumento sobre los costes de producción y el precio de los materiales hace tiempo que ponen en jaque el mantenimiento de nuestras carreteras e infraestructuras. Esto se traduce en que nuestras actuaciones tienen una especial incidencia en nuestro liderazgo y en la toma de decisiones europeas.

España cuenta con 26.466 kilómetros pertenecientes a la Red de Carreteras del Estado, un sistema de movilidad cuyo valor patrimonial fue reconocido incluso por el propio Tribunal de Cuentas a la hora de pedir incorporarlo como inmovilizado inmaterial a las cuentas del Estado. Lejos de atender a la petición, la conservación de las carreteras recae sobre los hombros de la indiscutible calidad de la ingeniería y profesionalidad de los nuestros ingenieros. El término expertise tan bien conocido por todos los que nos dedicamos a este sector. Gracias a la pericia de las personas que se dedican a la ingeniería, el estado de las vías españolas es similar -o incluso mejor- al del resto de nuestros vecinos comunitarios, según se desprende en el último estudio realizado por ACEX.

Con la voluntad de corresponder a este enorme desempeño me siento en la obligación de expresar la necesidad de llevar a cabo una doble inversión: una sobre el asfalto, con el incremento de la partida presupuestaria destinada a la conservación y mantenimiento de las carreteras, pues si bien esta se ha visto ampliada ahora en máximos históricos, aún resulta insuficiente para paliar el estado de deterioro que presentan algunas rutas españolas. La otra ha de destinarse a la formación de nuestros jóvenes para que, desde una perspectiva multidisciplinar, seamos capaces de diferenciarnos como país y lograr ser más competitivos en el exterior.

Si bien lo primero es competencia exclusiva del Ejecutivo y su impredecible voluntad, el talento emergente puede encontrar en Madrid Calle 30 varias iniciativas que persiguen alcanzar una sociedad más justa, comprometida e inclusiva para todos. Cualquier gestor público, y en mi caso como responsable de Madrid Calle 30, asume la responsabilidad y el compromiso total con la formación.

En nuestro caso, la Cátedra Calle 30 UPM se presenta como una forma inmejorable de acercarse al área de la conservación y explotación de las carreteras gracias al convenio firmado entre Madrid Calle 30 y la Universidad Politécnica de Madrid. Nuestra apuesta por el talento joven acerca la vía madrileña a los ingenieros españoles, quienes tienen la oportunidad de profundizar en el conocimiento de la gestión de esta gran infraestructura encargada de prestar servicio a los 440 millones de vehículos que anualmente transitan por sus más de 32 kilómetros que rodean a la capital. Este escenario conforma un objeto de estudio privilegiado que revierte directamente sobre el conocimiento para la gestión de la conservación, empleando además el uso de nuevas tecnologías como la monitorización de infraestructuras mediante técnicas de Big Data o aplicaciones de metodologías BIM para la conservación de la misma.

Por otro lado, el desarrollo tanto personal como profesional son cuestiones a cultivar es estratégico para nosotros y por eso siempre vamos a estar al lado de la formación de nuestros trabajadores. Así retenemos el talento que no estamos dispuestos a perder. El equipo de Emesa está de enhorabuena. Con el apoyo de su dirección y la implicación de Madrid Calle 30, la iniciativa de formación en seguridad vial para los más pequeños «Trenty» ha recibido recientemente el premio "Ponle Freno Junior". Mi más sincera enhorabuena.

Así se asientan las bases. Desde la infancia. Con cimientos sólidos como sobre los que se construye nuestro pleno compromiso entre hombres y mujeres bajo nuestra adhesión a Cimientos de Igualdad, una alianza estratégica que persigue fomentar la igualdad de género en el sector de la construcción en España. En este sentido, tanto Emesa como Madrid Calle 30 nos sumamos a más de medio centenar de empresas y entidades con el fin de desarrollar políticas de diversidad de género, incluyendo la promoción de las mujeres a puestos directivos. Nuestra firma en el manifiesto de Cimientos de Igualdad es una nueva vuelta de tuerca a la responsabilidad en torno a las políticas inclusivas y para el fomento de las mismas oportunidades tanto para ellos como para ellas en el entorno laboral.

Donde se cruzan los caminos, la igualdad, el talento emergente y la paz social y mundial se han de asentar en cimientos firmes. Donde no haya incertidumbre. Donde el futuro no se vea comprometido. En la encrucijada, elijamos el camino correcto.

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