
Desde la experiencia adquirida en la práctica legal de un despacho global como Ontier -incluyendo los últimos cinco años trabajando en su oficina de Santiago de Chile- he sido testigo de cómo día a día se difuminan los límites propios de cada jurisdicción conforme aumenta la exigencia de los clientes, empresas acostumbradas a operar mundialmente que requieren la misma visión a todos sus asesores.
En el marco de la globalización de todas las economías, existe también un proceso de armonización de las prácticas legales que, y ésta es mi predicción, acabará rompiendo los límites nacionales que tradicionalmente encontrábamos los abogados para desarrollar nuestra profesión fuera de nuestras fronteras. La llamada "abogacía de los negocios" será global o no será.
En un mundo en el que las "reglas del juego" de cada uno de los mercados en los que operan nuestros clientes son cada vez más parecidas, cobra más importancia conocer las prácticas vigentes y soluciones aplicadas a un mismo problema en terceros países.
Esta exigencia de los clientes -y necesidad para los despachos- de contar con equipos globales formados por abogados de distintos países, capaces de seguir e implementar operaciones por todo el mundo manteniendo una visión completa de mercados, sectores y empresas será la nueva palanca de cambio del sector legal.
Durante las últimas décadas, en la industria legal –y casi en cualquier otra industria de prestación de servicios- se ha vivido una transformación donde los despachos de abogados han pasado de ser negocios locales a nacionales, y luego de nacionales a internacionales. Ahora, siguiendo el reto de cumplir con el estándar que exigen sus clientes –y la propia transformación de éstos-, en mi opinión deberán evolucionar y convertirse en empresas verdaderamente globales.
Esta evolución vendrá a completar otros cambios más fáciles de identificar en el sector tras casi un año de teletrabajo forzado, como pueden ser la renuncia a contar con grandes oficinas en edificios representativos, que cargan las cuentas de las firmas y les restan capacidad de maniobra en un mercado tan competitivo; la estandarización de los servicios de menor valor añadido, que quedarán en mano de software con inteligencia artificial; o la formación de equipos con abogados no vinculados de forma permanente a los despachos, donde ya no todo el mundo perseguirá la misma carrera profesional.
Mi apuesta personal es que la transformación global de los despachos de abogados -que exigirá pasar de tener simple presencia internacional a convertirse en compañías con auténticos equipos y prácticas transnacionales-, será el cambio más importante y complejo al que se enfrentarán los despachos en los próximos años y que generará grandes movimientos en la industria.
Quienes superen este reto contarán con estructuras y equipos más eficientes, capaces de cubrir más mercados con menos empleados, prestarán un servicio de mucho más valor añadido para sus clientes y por ello, en el medio plazo, serán quienes dominen el sector.