Los bancos están en un proceso de adaptación continúa, obligado por el alto paquete regulatorio, pero también empujadas por la creciente ola de innovación que ataca directamente sus modelos de negocio. El nuevo modelo de que se está imponiendo va dirigido hacia el cliente como centro de toda la estructura de servicios y productos, en un entorno omnicanal y 24 por 7.
Esto significa desarrollar un profundo conocimiento de los clientes a través de la captura de información, su posterior procesamiento para segmentar, detectar y anticipar sus necesidades y su despliegue más óptimo de acuerdo a las capacidades y procesos actuales de cada entidad. Bajo esta premisa están apareciendo nuevas formas de integración de información a través de APIs que permiten acceder a nuevas fuentes e intercambiar flujos de información de una forma recurrente y protegida. En este sentido, la PSD2 permite poner en práctica estas APIs en lo ya denominado Open Banking que no es otra cosa que permitir a los clientes "ofrecer" su información simplemente a través de un consentimiento de acuerdo a lo establecido por el GDPR.
Es decir, los bancos podrían convertirse en meros proveedores de información potencialmente dirigida a otros actores que entran a competir para conseguir la mejor interpretación de esa información disponible y que desemboque en ofertas más personalizadas y adaptadas a las necesidades actuales y futuras de los clientes. De esta manera los bancos, durante tantos años poseedores únicos de tan valiosa información, tienen la obligación de compartirla con terceros con estructuras "potencialmente" más flexibles, procesos más simples apoyados en desarrollos tecnológicos y con capacidades de atacar nichos de valor, que actualmente se encuentran desatendidos o no atendidos de la forma adecuada.
Aparte de las dudas provenientes de los temas de seguridad de la información que atañen directamente a los criterios del GDPR, podemos pensar que los clientes puedan mostrar ciertas reticencias a la hora de compartir información tan sensible como sus movimientos en cuenta, gastos en tarjetas o patrimonio bajo gestión, pero recordemos que el beneficiario será del propio cliente con procesos de apertura de cuenta más rápidos y sencillos, solicitudes de crédito instantáneas, mejoras en las condiciones de financiación o inversión y promociones especiales. A su vez, la disponibilidad de estos datos también permite a las entidades una mejor y más temprana detección de fraude, mayor precisión en la identificación de riesgo de crédito y capacidad de pago y mayor maniobrabilidad de recursos hacia actividades más productivas. Es decir, menores costes y mayores eficiencias.
En España los bancos siguen trabajando en darle a esta nueva información el encaje necesario dentro de sus políticas y procesos, pero algunos datos ya muestran que hay entidades generando más del 30 por ciento de solicitudes de crédito a partir del uso de los datos bancarios compartidos.
La pregunta es, ¿qué deben hacer los bancos para competir efectivamente y eficientemente en este nuevo entorno? El primer paso gira en torno a los clientes existentes y en la realidad actual, donde se mezclan distintas velocidades de desarrollo, tanto tecnológico como cultural. Así, la propuesta idónea es la creación de una visión única de cliente donde la entidad recopile la información disponible, valore su calidad, la enriquezca con información externa y le dé sentido a través de capacidades analíticas. Esto como premisa para el desarrollo de nuevas relaciones y proposiciones de valor soportadas bajo unos procesos rápidos, sencillos y transparentes. Eso sí, cumpliendo estrictamente la regulación en todas sus vertientes (GDPR, PSD2, MIFID 2, IFRS 9 o Basilea).
Una vez alcanzado este estadio de desarrollo es más sencillo atacar el siguiente escollo en el camino de nuestras entidades bancarias, el crecimiento en nuevos clientes.