Opinión

Aún es posible obtener rentabilidades interesantes en 2019

Después de un 2018 que concluyó de forma dolorosa, los mercados han dado marcha atrás desde el inicio de 2019. La Reserva Federal ha anunciado una pausa en su ciclo de endurecimiento monetario, al menos durante 2019, y el BCE ha aplazado la primera subida de tipos hasta 2020. Esto ha mejorado la confianza en el seno del mercado y los activos de riesgo se han beneficiado de ello. Es evidente que los bajos niveles de rentabilidad todavía durarán un tiempo, pero esto mitiga la preocupación de que un endurecimiento excesivo de la postura de los bancos centrales ponga en peligro la expansión.

De hecho, el mayor riesgo que se observa es una ralentización prolongada del comercio mundial y su efecto sobre el crecimiento y los beneficios empresariales a escala internacional. Este riesgo justifica que se mantenga una posición equilibrada y disciplinada en términos de exposición al riesgo de la cartera.

El avance de los mercados de renta variable en los mercados emergentes (cercano a un 10 por ciento en lo que va de año) se vio impulsado principalmente por una recalificación de las valoraciones y no tanto por la dinámica de los beneficios. En los tres últimos años, los analistas han recortado notablemente sus proyecciones del crecimiento de los beneficios para 2019, pasando del 13 al 6 por ciento (un descenso que quizá resulte excesivo). En consecuencia, es recomendable modificar la exposición a mercados emergentes y aumentarla en renta fija y mercado de divisas. El primero debería beneficiarse de la relajación de la postura de los bancos centrales de estos países, gracias a la menor presión procedente de la Reserva Federal y de la inflación. Por su parte, el mercado de divisas parece aún infravalorado y debería beneficiarse de la búsqueda de rentabilidad por parte de los inversores.

Dado que ya no existe riesgo de aumento de los costes de financiación, las tasas de morosidad deberían permanecer en niveles moderados, al mismo tiempo que el aumento de la proporción de títulos públicos con rentabilidad negativa obligará a los inversores a inclinarse por los bonos empresariales. El hecho de que el ciclo económico en EEUU esté alcanzando su madurez sugiere que es más prudente seguir apostando por los créditos empresariales de alta calificación en lugar de buscar opciones de menor calificación.

Nuestro posicionamiento en el segmento de renta variable es neutral entre regiones, favoreciendo a las empresas de capitalización elevada frente a las de pequeña capitalización. Las valoraciones seguirán condicionadas por el entorno de bajo rendimiento, si bien en términos de valor relativo no apreciamos ninguna señal preocupante. En este contexto, la evolución de los beneficios será fundamental. Los resultados empresariales correspondientes al cuarto trimestre de 2018 fueron bastante decepcionantes en Europa, aunque se espera que la situación cambie en los próximos meses, en coherencia con nuestra expectativa de un repunte de la actividad económica. En EEUU se prevé una desaceleración de los beneficios tras los extraordinarios niveles alcanzados en 2018, aunque mantendrán un ritmo decente (y más acorde con su tendencia a largo plazo). El sesgo relativamente defensivo del mercado estadounidense y su sobreexposición a los sectores que favorece nuestra entidad, en particular el de las tecnologías de la información, también nos llevan a mantener nuestra asignación. En términos de estilo, reiteramos la visión de que conviene mantener la cautela con respecto a las empresas de pequeña capitalización, que podrían sufrir problemas de liquidez en caso de una corrección del mercado.

En otros ámbitos, continuamos buscando oportunidades para diversificar nuestra cartera. En un entorno de baja rentabilidad, la capacidad de cobertura de los "refugios seguros" tradicionales, como el bono alemán, disminuye de forma significativa. Quienes realicen inversiones en monedas distintas al dólar americano deberán encontrar opciones diferentes a sus bonos públicos nacionales para mitigar el riesgo general de la cartera. Esta es la razón por la que el oro ha demostrado ser un valor sólido y continúa atrayendo flujos de inversión, pese al reciente regreso de la propensión al riesgo y a la mayor fortaleza del dólar (un entorno que, por lo general, no resulta históricamente favorable para este metal). La influencia negativa que ejercen unos tipos reales más elevados sobre el oro también tiende a disiparse cuando los inversores anticipan el final del ciclo de endurecimiento de la política en EEUU.

En este contexto es recomendable aplicar estrategias más activas y oportunistas sobre opciones, principalmente en los espacios de la renta variable y el mercado de divisas, aprovechando la oportunidad que ofrece la baja volatilidad para mejorar la protección frente a los riesgos de cola, como el Brexit o las negociaciones comerciales en curso entre EEUU y China.

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