Opinión

Mentiras y YouTube

Hace algún tiempo vi con gran sorpresa que entre los "éxitos" editoriales españoles estaba el libro de un youtuber de diecisiete años que había "arrasado entre las chicas jóvenes", según me dijo la persona con la cual colaboraba yo entonces, en torno a un libro que publiqué en esa misma editorial. Poco después tuve ocasión de trabajar con un joven escritor que me confesó ser el autor (el negro) de aquel "éxito editorial" firmado por el youtuber. Me contó, además, que el youtuber le había confesado no haber leído un libro de ficción en su vida.

En cualquier caso, aquello fue una chapuza y un atraco por parte de la "prestigiosa" editorial, pues a quien había escrito de verdad el libro nunca le pagaron el 10 por ciento preceptivo como derechos de autor. Ahora me entero a través de un artículo de Elsa Fernández-Santos (1 de junio de 2019) de otro caso exitoso de un youtuber.

Se trata de un joven (19 años) llamado James Charles. Su fama le viene de Instagram, donde mostró muchos trucos para transformarse (ojos pintados, ceja triangular) que fueron acogidos con gran éxito entre las jóvenes. Su canal de YouTube le catapultó al estrellato, con vídeos que alcanzan hasta 20 millones de visitas. Con solo 17 años se convirtió en el primer chico que ponía su cara como marca de maquillaje para Covergirl. Con su as-pecto cuasi femenino, los vídeos de James Charles siempre comienzan con el grito "¡Hola, hermanas!", que es su emblema. Vivió su minuto de gloria en la pasada gala del Met, dedicada al maquillaje camp, donde transfiguraba su rostro de niño codeándose con la élite de la moda, pero ese día tocó techo. Todo se vino abajo cuando una de sus mentoras, llamada Tati Westbrook, colgó en la red un monólogo de 43 minutos titulado "Adiós, hermana", en el que, con un tono tan dulce como venenoso, le decía que ya no era el mismo por culpa del dinero y de la fama. Además, le acusó de que en una fiesta de cumpleaños había acosado sexualmente a un hombre heterosexual. "Delante de todos, de mis hijos, tuve que disculparme al día siguiente… y eso no se hace… necesitas ayuda, James." Lo que aquella arpía no dijo en el vídeo es que se sentía traicionada porque Charles había promocionado las vitaminas de una marca rival de la de ella.

En pocas horas, tres millones de usuarios se dieron de baja en el canal del maquillador James, las acusaciones de presuntos acosos afloraron, las firmas asociadas a él empezaron a rescindir sus contratos. El sic transit gloria mundi se hizo presente.

Los dos ejemplos que acabo de relatar muestran, a mi parecer, que la trivialidad y el sinsentido ("la trivialidad del mal", en palabras de Hanna Arendt) reinan en ese pudridero que llaman "redes sociales". "Redes" que no solo han matado a la prensa escrita, también han invadido la política trayendo de su mano a tipos tan indeseables como Donald Trump o a los mentirosos británicos, que contra todo pronóstico ganaron el referéndum del Brexit.

Pero volvamos a las cosas que merecen la pena, también de la mano de Elsa, cuya brillante trayectoria se ha visto en estos días aumentada, pues es la comisaria de una exposición que les recomiendo.

Se trata del polifacético artista Ceesepe (Carlos Sánchez, 1954-2018), que Elsa ha organizado en La Casa Encendida (Ronda de Valencia, 2).

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