
España tiene una serie de problemas muy serios que complican sus planes de desarrollo económico. Como sucede con los derivados de la carencia de recursos energéticos, el notable envejecimiento de la población, al combinarse con una escasa natalidad, obligará en breve a resolver otro problema económico que, quizá, se relacione con temas de inmigración, que en el contexto europeo complican todavía mas la cuestión.
Pero lo que cada año tienen que resolverse son simultáneamente problemas muy a corto plazo, que complican los que, como los expuestos, también exigirían co-menzar a resolverlos, y todo ello en el seno de una economía mundial y de exigencias por nuestra situación en el hábito comunitario. Por ejemplo en el terreno financiero, dado que la peseta ha desaparecido, o lo que es lo mismo, la posibilidad de tener una política monetaria propia, y todo ello exige una racionalidad extraordinaria que afecta a tres ámbitos simultáneos: el primero es que un conjunto de expertos en economía señalen por dónde debe ir en estos momentos la española; eso, por ejemplo, fue fundamental en los años 50 del pasado siglo para que se cambiase radicalmente, en el período 1953-1959, la marcha anterior. Sin el papel que tuvieron, por ejemplo, Valentín Andrés Álvarez, dirigiendo la tabla input-output, y Manuel de Torres, montando la primera Contabilidad Nacional de España, todo ello juntamente con escritos críticos, durísimos sobre la política económica existente -recordemos el del profesor Paredes Marcos, las tesis proteccionistas de Robert o los análisis de Perpiñá- que crearon incluso polémicas periodísticas pero, con ello, el ambiente adecuado.
Simultáneamente es necesario que los políticos significativos asuman este mensaje: su papel pasa, naturalmente, en un país democrático a ser fundamental. Pero todo esto, en estos momentos, tiene que encajar en la marcha económica del conjunto al que pertenecemos y por ello, por ejemplo en las medidas de política financiera del Banco Central Europeo, es preciso estar presentes; y eso ocurre simultáneamente con organismos comunitarios y con otros relacionados con las Naciones Unidas, sin olvidar el papel que posee el Fondo Monetario Internacional e instituciones variadísimas, ya públicas, ya privadas. El no estar presente en esos tres ámbitos plantearía muchos problemas, pero también si a través de toda clase de medios de difusión la sociedad española, de modo mayoritario, no los tuviese presentes. No se crea que esto no es importante porque, ya desde 1930, una combinación de aportaciones intelectuales -la de Keynes, en su Economía Política de nuestros nietos y la de Ortega en La rebelión de las masas- indican la existencia de una mentalidad colectiva muy preocupante ante la necesidad de abandonar ciertas perspectivas. Ese tema, el de la masificación y sus exigencias, debe abordarse a través de la educación ciudadana, que sería naturalmente también cuestión relacionada con la educación.
Por todo lo señalado nos encontramos con que, cada vez que se ha ignorado esto, los cataclismos han sido considerables. Todos sabemos de qué manera se hundió nuestra economía en fechas muy recientes, y también las críticas populares que recibieron los políticos -por ejemplo las referentes a la flexibilidad laboral- tanto cuando Fuentes Quintana dirigió en la parte de la economía los pactos de La Moncloa como cuando Rajoy rectificó las medidas de Rodríguez Zapatero. Y todo ello a causa de la búsqueda por los políticos del aplauso colectivo del mundo sindical y de planteamientos simpáticos para el mundo masificado.
Todo ello se liga naturalmente con planteamientos obligados que, como ahora mismo comprobamos, crean perplejidades inmediatas.
En España, además, el avance de nuestra economía ha de plantearse a pesar de que su progreso está vinculado con el ámbito externo y, en estos momentos, nuestra apertura está golpeada por lo derivado del Brexit, el débil avance de nuestros clientes europeos, como sucede con Francia y Alemania, y también con dificultades generadas tanto por inversiones españolas en Iberoamérica, como por dificultades relacionadas como consecuencias del impacto actual de las novedades que presenciamos en la Revolución Industrial.
Simultáneamente, se ha agravado el im-pacto en el conjunto de la economía española por el problema catalán. Téngase en cuenta que es un bastión importante para nuestra economía y que, simultáneamente, tal como se encuentra ya exhibido con realidad, genera automática y forzosamente la ruina de Cataluña, pero por ser una pieza importantísima dentro del conjunto español, ese hundimiento se propaga al conjunto nacional. Simultáneamente, a partir de Cataluña se derivan multitud de reacciones políticas de ámbito secesionista, que indican la posibilidad de contemplar en el siglo XXI aquellas consecuencias que angustiaron a Felipe IV e hicieron llorar a Carlos II. El mantener la unidad del mercado nacional de modo homogéneo es otra necesidad de la política económica, la cual debe ocupar un puesto prioritario, y hay que decir que el sendero de muchas autonomías no va precisamente en esa dirección. Tomar medidas es obligado, pero no fácil; pensemos en las violencias relacionadas con intentos de unificación con las condiciones fiscales de Navarra y el País Vasco, que ya Cánovas del Castillo se declaró vencido por ellas. Bastaría en este sentido con haber comenzado por todos a leer las primeras páginas de la obra famosa de Adam Smith La riqueza de las Naciones, para saber que esa aceptación de medidas que atentan directamente a la productividad, en una economía muy abierta al exterior como es la española, generan que ésta entre en una situación típica de crisis.
Pero hay que comenzar en estos momentos por algún lado, y ese es sencillamente el del presupuesto. El tema del déficit presupuestario ha pasado a constituir un riesgo que tiene que calificarse como prioritario. Ya Mendizábal lo señaló en el famoso informe de 1837. Casi dos siglos después, el mensaje dirigido a la regente María Cristina permanece con claridad. Pero, simultáneamente, se encuentra el tema de la flexibilidad laboral. Lo ocurrido con la liquidación del ANE por Felipe González muestra un sendero que es el inadecuado, pero también cuando se recuerda lo sucedido en relación con esto tras los pactos de La Moncloa. Se comprende que es una cuestión también prioritaria. Pero nos encontramos en estos momentos con la necesidad de no conseguir por el lado de los ingresos, o sea los impuestos, el sendero del equilibrio que se acaba de indicar, porque au-tomáticamente se cierran posibilidades de inversiones directas extranjeras en España, inversiones que han impulsado multitud de veces nuestra economía. Eliminar estas tentaciones en la política económica pasa a ser prioritario para cualquier Gobierno que no quiera iniciar un camino, si no evidentemente el de Venezuela, sí el de Italia o no digamos el de Grecia. El sendero es el de cortar el gasto, y ello es una cuestión que acaba de ser estudiada por todo un conjunto de economistas españoles muy recientemente.
Los llamados "males de la Patria", que hasta 2019 parecían haberse esfumado como consecuencia de lo que sucede en el exterior y entre nosotros, se pueden reactivar. Pensemos en lo que ocurrió hace precisamente ahora un siglo, cuando en las decisiones políticas entonces existentes se eliminaron, por ejemplo, las soluciones que proponía Alba y se aceptaron las propuestas de Cambó. El resultado fue nada menos que el hundimiento de la Restauración, como lo probó la aparición de la dictadura de Primo de Rivera. Por eso, todo lo que se haga para actuar con medidas a corto plazo congruentes con los grandes problemas fundamentales enunciados antes va a ser poco. Y el problema radica en que, en estos momentos, nuestro Gobierno está, desde el punto de vista ideológico, vinculado con extrañas posturas mal derivadas de Keynes, que intentaban sustituir otras mal derivadas de Marx, que, sin embargo, actúan en grupos vinculados con el presente Gobierno. Salir de esa situación no es fácil, pero no nos encontramos con otra salida sensata porque, si se mantiene esto, observamos que ideologías paralelas en Francia, Alemania y Reino Unido han entrado en crisis políticas notables.
Todo lo señalado muestra que el mes de mayo puede convertirse en algo fundamentalísimo para el futuro español. Las reacciones inmediatas son ya precisas, y esto tiene que pasar también al mundo sindical para que queden borradas para siempre aquellas frases de Fuentes Quintana pronunciadas en 1994 en unas declaraciones a Rosa María Echevarría, aparecidas el 5 de marzo en Blanco y Negro, cuando señaló que "el principal partido político que hay en el país lo forman los sindicatos, quienes defienden a sus afiliados aparentemente, sin importarles mucho más que lo que sucede a corto plazo". Los problemas señalados no muestran la posibilidad de resolver nuestra situación por ahí y, por eso, el planteamiento que entonces se hizo permanece.
¿No bastaría, en relación con esa cuestión, con que sencillamente en el mundo sindical se comprendiese que ése es uno de los problemas clave? El vincularse con una racional política económica merece la pena, que es lo que convendría de verdad a sus afiliados para evitar el desempleo. O que sencillamente alguno de ellos hubiese leído el mensaje proporcionado para siempre por el profesor Castañeda en las Lecciones de teoría económica (microeconomía, consumo, producción, precios y rentas) (1960): "Cada una de esas asociaciones rivales (los sindicatos y las agrupaciones empresariales) tienen tendencia a seguir un monopolio bilateral, donde respectivamente tratan de elevar el salario o reducirlo al límite que sociológicamente les conviene, y por la fuerza relativa de estas asociaciones y su resistencia económica, acaba determinando el nivel de salarios que se efectúa en la realidad". Pero al ser estos factores los que crean esa situación oligopolística, el profesor Castañeda señala que "eso debe determinar, que el caos generado aconseje que el Poder Público tome a su cargo la regulación de este mercado". Cabalmente, si esto se vincula con una política presupuestaria adecuada y con una búsqueda inmediata del mantenimiento de la homogeneidad del mercado, borrando ese conjunto de situaciones secesionistas que cruzan España de Galicia a Baleares, y con especial fuerza de Cataluña a Vizcaya. Se empezarían así a ver las posibilidades de eliminación de los actuales "males de la Patria".