
Después del anuncio de dimisión de la primera ministra británica, Theresa May, algunos de los candidatos para sucederla han manifestado su deseo de un Brexit sin acuerdo. En respuesta a ello, los líderes europeos están redoblando los preparativos para una ruptura total con el Reino Unido, los analistas financieros revisan sus pronósticos en consecuencia y la libra esterlina colapsa.
Los temores sobre un Brexit sin acuerdo son comprensibles. Un desenlace de esa naturaleza eliminaría el período de transición de 18 meses que ambas partes consideraban esencial para un reacomodamiento ordenado de la relación de Reino Unido con la Unión Europea. Esto implicaría una interrupción repentina del comercio de ese país con su principal socio comercial y del de la UE con su segundo socio más importante. Como experimentó el mundo después del colapso de Lehman Brothers en 2008, una interrupción repentina del comercio y de las finanzas, aun si dura solo unas semanas, puede causar años de sufrimiento. Para enfatizar los peligros, el director de la administración pública de Gran Bretaña presentó un dosier de 14 páginas al Gabinete donde describía no solo el potencial daño económico y financiero, sino también los riesgos para la seguridad nacional y la atención médica. Aún más importante, el secretario de Gabinete insistió en incluir este dosier en las minutas del Ejecutivo, para demostrar que los ministros, y no sus asesores, cargarían con toda la responsabilidad por asumir esos riesgos.
Si bien el daño sería más perjudicial en Reino Unido, un escenario de no acuerdo también podría resultar devastador para la UE. Debido a sus políticas macroeconómicas disfuncionales, Europa terminó siendo la mayor víctima de la crisis financiera de 2008 fabricada en Estados Unidos. Ahora que Alemania, Francia e Italia vuelven a balancearse al borde de la recesión, el mismo patrón podría repetirse en el caso de una ruptura repentina y desordenada en las cadenas de suministro y el comercio a través del Canal de la Mancha.
Afortunadamente para Europa y para Reino Unido, el escenario más factible es que el próximo líder conservador, después de convencer a los 120.000 miembros del Partido Conservador para ser elegido, volverá a poner el foco en los 60 millones de ciudadanos británicos a quienes él o ella tendrá que satisfacer para sobrevivir en el cargo. Más allá de cualquier promesa hecha a los conservadores eurófobos, el próximo primer ministro pedirá reabrir las negociaciones por el Brexit y buscará una nueva extensión. Al final, el sucesor de May probablemente regrese con alguna variante de su acuerdo, que será aprobada por el Parlamento o servirá de pretexto para un segundo referendo, a fin de decidir si Reino Unido todavía quiere abandonar la UE.
Para ver por qué un Brexit sin acuerdo sigue siendo altamente improbable, consideremos de qué manera podría suceder exactamente. Existen tres posibilidades. Reino Unido podría abandonar la UE el 31 de octubre sin ningún acuerdo, porque el Parlamento no vota ni por el pacto que May negoció ni por una extensión del plazo límite. O Londres pide una extensión, pero la UE se niega a otorgarla. Finalmente, el Parlamento podría pedir una extensión, pero es posible que el sucesor de May se negara a hacer esta solicitud ante la UE.
La primera posibilidad fue la principal preocupación antes del plazo límite original para el Brexit del 29 de marzo. Resultó ser una falsa alarma, porque una clara mayoría de los miembros del Parlamento demostraron que estaban dispuestos a declarar ilegal un Brexit sin acuerdo, y May cedió ante su voluntad. Como la composición del Parlamento no se modificará el 31 de octubre, es inconcebible que deliberadamente permita que se produzca un Brexit sin acuerdo. John Bercow, el portavoz del Parlamento, ha confirmado que las competencias parlamentarias que normalmente les dan a los primeros ministros facultad exclusiva para introducir nueva legislación serían suspendidas nuevamente, como en marzo y abril, si eso resultara necesario para que una mayoría parlamentaria decretara ilegal abandonar la UE sin un acuerdo.
El segundo escenario, en el que la UE niega una extensión, es igualmente improbable. Aunque el presidente francés, Emmanuel Macron, pueda denunciar una nueva extensión, sus socios europeos tendrán aún menos motivos de los que tenían en abril para complacerlo y correr el riesgo de la de-vastación económica que generaría un divorcio sin acuerdo. Ahora que ya pasaron las elecciones del Parlamento Europeo, que ha sido designada la nueva Comisión Europea, que las economías alemana e italiana están atravesando dificultades y que las contribuciones al presupuesto del Reino Unido son más importantes que nunca, el análisis de los costes y beneficios de otra extensión sería más favorable de lo que fue la última vez.
Esto nos deja frente al tercer riesgo -y el que resulta preocupante-. Una vez que May se haya ido y Boris Johnson u otro ferviente eurófobo casi con certeza la suceda, ¿acaso el primer ministro podría encontrar una manera de eludir al Parlamento e imponer unilateralmente un Brexit sin acuerdo? Un defensor verdaderamente decidido del Brexit podría tener dos maneras de lograrlo. Él o ella podría accionar una elección general y ganar una mayoría parlamentaria directa, o de lo contrario intentar bloquear los esfuerzos parlamentarios por imponer una extensión del plazo límite del Brexit. Sin embargo, al analizar más de cerca, estas opciones también son sumamente improbables. La idea de que un nuevo líder conservador -especialmente si es tan ambicioso como Johnson- pusiera en peligro su objetivo y corriera el riesgo de convertirse en el primer ministro que menos tiempo estuvo en el cargo en la historia al convocar a una elección antes del 31 de octubre es impensable. Las próximas elecciones británicas quizá se lleven a cabo mucho antes de la fecha límite constitucional del verano de 2022, pero cualquier nuevo primer ministro querrá mostrar algún logro (especialmente en torno al Brexit) y restablecer los pésimos índices de aprobación de los conservadores antes de asumir ese riesgo.
Un principio precautorio similar bloqueará la última ruta posible hacia un resultado sin acuerdo: un nuevo primer ministro que de alguna manera decida eludir o impugnar al Parlamento. Aun sin un cambio en los procedimientos parlamentarios, existe un mecanismo claro para impedir que un jefe de Gobierno desafíe a una mayoría de los miembros del Parlamento: la oposición puede llamar a un voto de no confianza en cualquier momento. Después de las deserciones conservadoras recientes, solo se necesitarían cinco o seis rebeldes adicionales para derrocar al Ejecutivo y forzar una elección general que el nuevo primer ministro estaría desesperado por evitar.
Sin embargo, los fanáticos del Brexit sostienen que un primer ministro genuinamente decidido a implementar un Brexit sin acuerdo podría y debería ser tajante: suspender el Parlamento y negarse a convocar a sus miembros hasta después del plazo límite del 31 de octubre, cuando el Brexit se producirá automáticamente. Si creen que el Reino Unido se está convirtiendo en Zimbabue o Venezuela, deberían esperar un Brexit sin acuerdo. De lo contrario, olvídense, porque eso no sucederá.