
Con frecuencia el debate sobre las energías renovables ocupa demasiado tiempo en la agenda política y social de los países. Mientras se discute la conveniencia o no de impulsarlas, la tecnología sigue su camino, a tal velocidad, que convierte el debate en un ejercicio estéril. Las energías verdes ganan competitividad frente a la energía convencional hasta el punto de que, en generación eólica, por ejemplo, ya superan a las tradicionales, sin mediar subvención alguna, simplemente en igualdad de condiciones de mercado.
Todo avance tecnológico sigue una curva de reducción de costes desde sus desarrollos iniciales hasta su producción masiva y aceptación en el mercado en condiciones de competencia directa con tecnologías similares. El costo de generación eléctrica con energía eólica terrestre, por ejemplo, ha disminuido alrededor de un 25 por ciento desde el 2010, mientras que la reducción del importe de generación a partir de solar fotovoltaica ha caído en un 73 por ciento en el mismo período, según confirman los análisis de costos de la Agencia Internacional de Energías Renovables. Estas reducciones en todas las tecnologías no tienen precedentes y reflejan, sin dobleces, el grado en que las renovables están revolucionando el sistema energético mundial.
Un buen ejemplo lo encontramos en la energía solar que, desde 2017, es más barata de producir que cualquier otro tipo de electricidad generada a partir de petróleo, carbón o gas. Ya se sitúa como la fuente más económica de obtener energía en 60 países, incluidos India y China. No obstante, desde la perspectiva de precio, la energía eólica mantiene los costes de generación más bajos del mundo.
Un aspecto fundamental en el entorno de la energía renovable es el almacenamiento que a menudo es citado como el talón de Aquiles del sector. Si bien todavía no está en niveles óptimos, lo cierto es que todas las previsiones apuntan a un aumento constante de capacidad unido a un descenso continuado de coste. Los precios de las baterías se han reducido un 79 por ciento desde 2010. La expectativa indica que, gracias a la continua expansión de la fabricación de baterías para vehículos eléctricos, los precios para instalaciones fijas podrían alcanzar, en aproximadamente diez años, 70 dólares por kilovatio hora, un 67 por ciento menos que en la actualidad.La llegada del almacenamiento barato en baterías significa que las energías renovables seguirán siendo la mejor opción aún cuando el viento no sople o el sol no brille. El descenso de precio tanto de la electricidad de origen eólico y solar como de las baterías supondrán que, en 25 años, al menos la mitad de la generación eléctrica mundial será verde.
La tecnología está lista y el sector solar suficientemente preparado para enfrentar el desafío. Innovaciones revolucionarias en gestión de sistemas, electrónica avanzada de potencia y los progresos en almacenamiento de energía abren nuevas formas de aprovechar la energía solar y el potencial de las plantas, como un importante proveedor de flexibilidad e independencia energética respaldando la seguridad de suministro en Europa.
La normalización de la presencia de energías renovables en el mix energético de cualquier país ya no es únicamente una opción coherente con el medio ambiente. Se ha convertido en una decisión económica inteligente y una magnífica oportunidad para el inversor de cualquier tamaño. De hecho, sólo en España se ha multiplicado por siete las inversiones en proyectos de energías limpias en 2018, hasta alcanzar aproximadamente, 6.850 millones de euros, frente a los 1.100 millones dedicados en 2017. Este dato nos coloca entre los tres países europeos con mayor inversión tras Alemania y Francia y uno de los diez más importantes el mundo. La mayoría de oportunidades de inversión privada en energías renovables estaban, hasta hace poco, fuera del alcance del inversor medio debido a las altas aportaciones mínimas exigidas, riesgo y nivel de acreditación requerido para invertir. Ahora tiene a su alcance comprar bonos verdes o el más tradicional de entrar en valores de compañías exclusivamente dedicadas a las renovables.
La lección que nos enseña la apuesta por la generación de energía verde no es una crítica a la forma en que hasta ahora se ha producido electricidad, sino la promesa de mejorar la calidad de nuestras vidas. Por eso, proteger el medio ambiente es esencial si a lo que aspiramos es a un fuerte crecimiento económico y desarrollo empresarial. Una economía ecológicamente sostenible no puede estar en conflicto con la progresión económica. La supuesta contradicción sólo se daría si, sencillamente, se prosiguiese con el crecimiento o la permanencia del modelo energético más tradicional basado en combustibles fósiles. Sin embargo, debemos acelerar rápidamente el despliegue de la energía verde para cumplir los objetivos del acuerdo de París. La energía solar y eólica ya están listas, tanto en términos de tecnología como de asequibilidad y precio, para una absorción mucho mayor por parte del mercado.