
El gran caladero de votos está en el centro político. Sin embargo, ningún partido de centro ha llegado al poder en España. Y todos los gobiernos de la democracia intentaron gobernar para el electorado de centro. Pero ningún presidente tuvo ideología de centro.
Los partidos que se definieron como abiertamente centristas (generalmente liberales) solo dejaron rastro en las necrópolis de las hemerotecas. El CDS, el Partido Reformista (operación Roca) o la UPyD de Rosa Díez, uno tras otro, o no llegaron al parlamento o, si lo hicieron, vieron su espacio tan reducido que fueron devorados por las fuerzas de izquierdas o de derechas.
Para la derecha, los centristas son unos traidores; y para la izquierda, son contertulios de la derecha.
Suárez es nuestro paladín del centro político en la actual democracia, quizá la base de su centrismo sea la ausencia de ideología. Al dar por enterrados los Principios Fundamentales del Movimiento (del régimen franquista) se encontró libre de ataduras ideológicas, impulsado por un monarca igualmente desideologizado afrontó la transición; sus gobiernos legalizaron al PCE, aprobaron el divorcio, el estatuto de los trabajadores, la reforma fiscal, la constitución, los pactos de la Moncloa... Tras la desaparición de UCD, la mayoría de sus líderes fueron al PP.
Después, Felipe González tuvo que guardar en el baúl los axiomas marxistas, primero para alcanzar la Moncloa y más tarde para abrazar las ideas liberales en los diversos procesos de reconversión in-dustrial, como ocurrió en Sagunto con la naval. Fue el viaje del socialismo marxista a la socialdemocracia liberal la esencia de ese desplazamiento al centro político.
Aznar también ocupó el centro. Utilizó las ideas liberales con objeto de modernizar las estructuras económicas y acceder al euro en el vagón de primera; para ello aceleró las privatizaciones iniciadas por el PSOE. El trasfondo conservador apareció con las ideas demócratas cristianas que, como en el caso de las marxistas, siempre estuvieron presentes (más o menos desleídas) en muchas decisiones, como en el aborto, las clases de religión o las uniones homosexuales.
González y Aznar intentaron gobernar desde el centro, sin reconocerlo y avergonzados de las ideas liberales que aplicaban día sí y día no.
Zapatero fue el más errático y volátil, hasta que la prima de riesgo le obligó a arrodillarse ante el liberalismo y correr a congelar las pensiones.
Rajoy, en su afán por abrazar el centro, casi roza la socialdemocracia, lo que abrió hueco entre su electorado, concretamente a su derecha.
Haber abandonado el centro, en su intento de achicarle el espacio político a Vox, parece ser la gran equivocación de Pablo Casado, que ha provocado el peor resultado electoral del PP, regalando además muchos votos a Rivera.
Ante la nueva cita electoral de mayo, los barones le han susurrado la conveniencia de mostrarse más "centrado", con objeto de salvar la mayor cantidad de muebles del cataclismo.
Sánchez busca cómo moverse hacia el centro; se resiste a dar entrada a ministros de Podemos; quiere formar Gobierno en solitario, nada de pactos (explícitos) con los independentistas. Pero más tarde vendrá un baño de realidad con las pensiones y los inevitables pildorazos de liberalismo para poder cumplir con la Unión Europea.
Son doce años los que llevamos con déficit primario de las cuentas públicas y subir las pensiones con cargo a más deuda (que deberán pagar las siguientes generaciones) tendrá que tener fin. Pueden preguntar a Tsipras en Grecia. Otro centrista reconvertido.
Rivera, de Ciudadanos, ha entendido que desde el centro es muy difícil ganar las elecciones y no es posible formar gobierno. Ha visto la debilidad a su derecha. La corrupción, la decepción del electorado y la aparición de Vox han sido decisivos para empujar al partido naranja a buscar el liderazgo del centro derecha.
Nuestros gobernantes siempre encontraron el centro en función de la posición ideológica de otros, buscando la equidistancia de forma coyuntural y no vocacional.