
Dentro de pocos días, los españoles volvemos a las urnas, de forma que en un plazo de dos meses, en España se habrán celebrado elecciones generales, europeas, autonómicas y locales. Esta concentración de comicios constituye un escenario inédito, no exento de algún riesgo, como el hecho de que el debate electoral en el ámbito municipal haya quedado relegado a un segundo plano. Un grave error, porque el futuro es de las ciudades.
Es verdad que, por razones de estrategia política, los partidos se han centrado en la España vaciada, pero la realidad es que hoy uno de cada dos habitantes del planeta vive en entornos urbanos, y en solo tres décadas -2050- serán dos de cada tres. Son las ciudades las que definen el mundo del siglo XXI. Nada puede cambiar sin contar con ellas.
Es la hora de las ciudades. La deslocalización de empresas provocada por el Brexit es un buen ejemplo de cómo son las ciudades las que compiten directamente por ser la sede de grandes compañías. Y ese protagonismo es irreversible.
En este contexto global se necesitan gobiernos locales ambiciosos en sus planteamientos; que sean agentes activos a la hora de favorecer la inversión; de fomentar la investigación; de retener talento; de dotarse de un mercado de viviendas a precios accesibles; y, por supuesto, de desarrollar soluciones de movilidad eficientes y no contaminantes. Ya no basta con ser meros gestores de servicios.
Estamos hablando de un nuevo concepto de gobernanza. En la ciudad, lo global y lo local conviven en un mismo espacio. Los retos que plantean nuevos modelos de negocios como los que desarrollan Uber, Airbnb o Amazon inciden directamente en el desarrollo urbano, en su transporte, en su vivienda o en su comercio. Y a ellos se suman las empresas de siempre, las que generan infraestructuras. Me refiero a las compañías de telecomunicaciones, de ingeniería, de gestión ambiental, o de servicios, entre otros.
Todas son importantes, porque la ciudad es un espacio complejo que necesita respuesta a múltiples desafíos. Y es que la ciudad es resultado de un proceso de cocreación en el que participan numerosos actores como los ayuntamientos, los ciudadanos o las empresas, grandes y pequeñas.
En este escenario, los gobiernos locales lo primero que deben tener es una idea de su ciudad, resultado de un proceso de debate abierto a toda la sociedad. Saber dónde están y qué función desempeñan y, a partir de ahí, fijar el punto de destino. Eso implica, elegir en qué ámbito de actividad se quiere destacar y cuál es el mejor camino para hacerlo con éxito. Porque no todas las ciudades deben competir por ocupar una misma posición; y no siempre la solución es crecer, y menos todavía crecer a cualquier precio. Configurar una propuesta de ciudad que responda, simultáneamente, a las expectativas de sus propios ciudadanos y a lo que se espera de ella en el mundo pasa por destinar tiempo y recursos a posicionarse estratégicamente allí donde se quiere estar.
Esto pasa, entre otras acciones, por generar una marca propia que proyecte las señas de identidad propias; por tener una presencia en los foros, órganos e instituciones cuyas decisiones afectan a las ciudades; o por generar alianzas con otras metrópolis que enriquezcan su atractivo y oferta.
El reto compartido por los gobiernos locales, con independencia de su signo político, es hacer de sus ciudades un lugar mejor para vivir y convivir, pero también para invertir y trabajar. Para ello, deben tener la suficiente capacidad de liderazgo para implicar a todo quien tenga algo que aportar: a las Administraciones públicas estatales y regionales, a los empresarios, a los emprendedores, a las universidades, a la sociedad civil y, por supuesto, al conjunto de los ciudadanos.
Y una vez que se tiene el proyecto de ciudad, los futuros gobiernos locales deben saber cómo se toman las decisiones que pueden cambiar el futuro de las ciudades tanto en el ámbito nacional como internacional, ya sea en instituciones nacionales o europeas o en el seno de grandes compañías internacionales.
En resumen, las ciudades necesitan una agenda urbana que fije objetivos, defina estrategias que les permita encontrar su propio espacio en el mapa, facilitando que iniciativa pública y sector privado vayan de la mano; sumando esfuerzos y generando sinergias. Una tarea en la que los próximos gobiernos locales que salgan de las urnas deben comenzar a trabajar al día siguiente del 26 de mayo.