Opinión

La hoja de ruta de Sánchez amenaza el crecimiento económico

Vamos a prolongar esta etapa de crecimiento económico? ¿Hasta cuándo? Para contestar a estas preguntas, lo primero es saber dónde estamos y hacia dónde quiere ir el Gobierno socialista y cómo. Para tener una primera idea, hemos tenido que esperar a conocer el plan de estabilidad, presentado por el Ejecutivo en funciones de Pedro Sánchez 48 horas después de las elecciones generales y las diez de la noche... Ese plan no prevé reformas económicas y sí un incremento sustancial de la presión fiscal, que solo detalla en una pequeña parte.

Quizás lo único que tiene de positivo el plan de estabilidad de Sánchez es que pretende reducir el déficit. Y no está nada claro que eso se pueda conseguir si el aliado imprescindible de Sánchez es Podemos. El partido de Iglesias pretende subir los impuestos aún más que Sánchez, pero con la finalidad exclusiva de gastarse el dinero, no para reducir un déficit del 2,48 por ciento, que no considera excesivamente alto. Por supuesto, es cierto que esto hasta podría considerarse un avance, porque, hace algunos años, la extrema izquierda quería incrementar el déficit y hasta salirse del euro. Sin embargo, la sostenibilidad de las cuentas públicas está en riesgo si, cuando se tiene recaudación récord de impuestos, como tenemos ahora, se pretende no reducir el déficit, lo que significa que cada vez deberemos más.

Podemos parece dispuesto, más o menos, a apoyar la hoja de ruta de Sánchez, pero siempre y cuando comparta el timón. Aunque no está claro en estos momentos cuál va a ser el grado de participación de Podemos y sus confluencias en el Gobierno de Sánchez, sí que está claro que no va a ser cero. En cualquier caso, los eventuales ministros y altos cargos van a querer tener presupuesto, y por supuesto harán campaña publicitaria de todo el gasto social que consigan. Si la participación de Podemos no es muy grande, en ese caso, la influencia programática será mayo. Traduciendo, más gastos, más déficit y más impuestos. Por otra parte, cuanto menor sea la participación de Podemos en el Gobierno, más dificultad tendrá el PSOE para sacar adelante sus propuestas.

Otro factor brutal de inestabilidad, no solo política sino también económica, es que el Gobierno Sánchez va a depender de los independentistas. En estas condiciones, abordar cuestiones que hace años que son urgentes, como la financiación autonómica, parece muy complicado, por ser suave. No solo eso, sino que cualquier medida va a necesitar los votos de los independentistas. Si para elegir a un senador por designación autonómica, Esquerra Republicana y Junts per Catalunya ya han pedido un precio, no se qué pedirán a cambio de aprobar, por ejemplo, una subida al diésel. En muchos casos, puede resultar mucho más caro el collar que el perro, ya que estos partidos no solo pedirán compensaciones políticas sino también económicas, favoreciendo a sus territorios. Esto no es solo teoría, sino lo que ocurrió en los rechazados Presupuestos Generales del Estado para 2019. En estos presupuestos se incrementaba sustancialmente la inversión territorializada del Estado en Cataluña, a costa de otros territorios como Madrid o Valencia.

La inestabilidad perjudica la inversión, y en consecuencia al crecimiento económico. Pero España necesita prolongar esta etapa de crecimiento. Aún seguimos teniendo una tasa de desempleo del 14,7 por ciento, la segunda más alta de Europa, después de Grecia. Sin embargo, la media histórica de desempleo en la España democrática está cerca del 17 por ciento. Basándose en este hecho, la Comisión Europea considera que ya estamos en la parte "buena" del ciclo, y que tendríamos que reducir mucho más el déficit público de lo que lo estamos haciendo. Está bastante claro que deberíamos mejorar sustancialmente nuestras finanzas públicas. Pero también está claro que habría que reformar y adaptar un mercado de trabajo para el siglo XXI, porque es simplemente inaceptable que nos resignemos a un mercado laboral que no funciona.

En los próximos meses nos tendremos que enfrentar a un entorno internacional turbulento. Quizás el factor que más puede complicar las cosas sea la guerra comercial, ya casi abierta, entre China y Estados Unidos. La economía española ha experimentado una importante transformación en los últimos años, con el resultado de una mayor apertura al exterior. Esto ha permitido que la balanza por cuenta corriente haya pasado del mayor déficit por cuenta corriente del mundo en 2007, a tener superávit a partir de 2014. Esto supone que la deuda externa de España se ha ido reduciendo desde entonces hasta la actualidad, gracias a que hemos tenido capacidad de financiación frente al resto del mundo. Sin embargo, en 2018 nuestro superávit se ha reducido a la mitad, y hemos pasado a tener déficit por cuenta corriente a principios de 2019.

Todas las crisis económicas en España han comenzado por el deterioro del sector exterior. Y las medidas del gobierno socialista están incrementando los costes de las empresas españolas mediante subidas de impuestos, de cotizaciones sociales, y con un incremento del salario mínimo del 22 por ciento. El efecto a medio plazo de estas medidas en la competitividad de las empresas, en un entorno más hostil para el comercio internacional, se acabará reflejando, desgraciadamente, tanto en los equilibrios de la economía española, como en la inversión, y por último en el crecimiento.

Por último, otro factor relevante es la situación de nuestro sistema financiero. Para el PSOE y Podemos lo fundamental es que el sector financiero pague más impuestos. Sin embargo, en el último informe de estabilidad financiera, que para variar hemos conocido después de las elecciones, se refleja una situación preocupante para nuestras entidades. El Banco de España ha insistido mucho en la falta de rentabilidad de los bancos, así como en el riesgo de litigios en masa.

Pero a mí me ha llamado la atención que, según datos de la Agencia Bancaria Europea (EBA) que preside el español José Manuel Campa, la banca española es la menos sólida de Europa. En concreto, tiene el menor coeficiente de solvencia de mayor calidad (CET1) de toda Europa, que encima se ha reducido en el último año. Esto significa no solo mayores riesgos para el contribuyente español y europeo, sino también que, si no se establecen colchones de capitales, el crédito no va a poder seguir aumentando.

No solo es que los españoles hayamos tenido que soportar una factura de más de 60.000 millones de euros por el rescate de las cajas quebradas por el bipartidismo, es que ni aún así la gestión del PP y el PSOE ha eliminado los riesgos. En cualquier caso, esto no se soluciona ni cobrando más impuestos, ni demonizando el sector. Otro día me extenderé un poco más sobre la situación del sector financiero.

Con todo este panorama, desde Ciudadanos creemos que no existe subida de impuestos suficiente para pagar el gasto sin control, y que las subidas de impuestos, el incremento de la burocracia y de los costes a las empresas solo llevan a terminar con el crecimiento económico. Por eso, en el Congreso, haremos una oposición firme y constructiva para afrontar la hoja de ruta de Sánchez y sus aliados. Además, en las Comunidades Autónomas y en los Ayuntamientos que gobernemos a partir de junio vamos a hacer lo contrario: cuadrar las cuentas rebajando donde sea posible los impuestos, reduciendo el gasto improductivo, las duplicidades y la burocracia en las Administraciones: tenemos que facilitar las cosas a las empresas y, sobre todo, hacer un país mejor para nuestros ciudadanos. Es lo que España necesita.

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