
La cuarta participación más alta de la democracia deja una derecha sin referente nítido y la balanza entre los dos ejes se mantiene a favor de la izquierda por el claro ascenso del PSOE, que sube más de 6 puntos.
Gana Sánchez y su efectiva estrategia de polarización, en la que la amenaza de la llegada de Vox ha funcionado para canalizar el llamado "voto útil", mientras la formación de Abascal no transforma el músculo de los mítines en escaños.
El eje de la derecha se reajusta. La ilusión y movilización histórica de una parte del votante de la derecha ha llevado a la fragmentación de escaños, haciendo imposible un pacto a la andaluza. La competencia hace que suenen voces de muerte en Génova, dejando un Partido Popular en rescoldos, que sufrirá un ERE considerable en las próximas semanas y tendrá que afrontar una millonaria deuda con los bancos. Hay sorpasso parcial de la formación naranja a los populares en varias Comunidades Autónomas: Aragón, Baleares, así como en la Comunidad de Madrid, en la que Ciudadanos se convierte en segunda fuerza, superando al PP, por detrás de los socialista y se presenta como la alternativa ante la izquierda. En la Comunidad Valenciana igualan fuerzas y en Andalucía tan solo cinco meses de las elecciones sobrepasan a los populares. Tras estos resultados, se abre una nueva incógnita, ¿es Albert Rivera el nuevo líder de la derecha?
El adelanto electoral confirma que coge con el pie cambiado a la formación del joven líder popular, incapaz de haber puesto en marcha la maquinaria e integrar las distintas sensibilidades que existían en el PP. Casado se dejó mecer en los brazos de Aznar y esta noche han perdido ambos. Las elecciones son un toque también para otros dirigentes, como Díaz Ayuso, que han derechizado hasta la extenuación sus mensajes. El PP es un partido que continúa en una crisis de identidad después de la marcha de Rajoy. En cualquier otro escenario Casado debería cruzar el desierto, revisar la estrategia y esperar a recomponerse, pero la presión de los próximos comicios y las voces pidiendo su dimisión se irán alzando. No hay tiempo para cerrar heridas en la derecha y se desata una nueva batalla en las próximas semanas, aspirando Ciudadanos a un posible sorpasso letal en las autonómicas y locales.
En el lado de la izquierda, un Iglesias tocado por sus batallas internas puede respirar aliviado. Su nuevo rol de profesor constitucionalista le ha dado resultados y no solo ha evitado la guillotina, sino que vuelve a soñar como muleta de Moncloa, pero ahora formando parte del Gobierno.
Especial mención en Cataluña, donde la participación es de las más altas, subiendo más de catorce puntos respecto a 2016. La primera vez que ERC, superaría a la antigua CiU, y podría ganar unas elecciones generales en Cataluña, confirmando que la independencia se defiende mejor desde la cárcel que fugado en Waterloo. Asimismo, el efecto Cayetana no es suficiente y el PP se convierte en un partido residual en la Comunidad Autónoma, sobreviviendo solo en Barcelona.
Destaca también el crecimiento de los nacionalismos, el caso más llamativo es el de Bildu, que pasa de dos a cuatro; PNV y Coalición Canaria crecen en escaños, e irrumpen por primera vez en el Congreso el Partido Regionalista Cántabro (PRC) de Revilla y Coalición por Melilla. No parece que tengamos nuevo Gobierno hasta el verano. A Sánchez se le abren varias opciones, y aleja el fantasma de repetir elecciones. Nos encontramos con una opción en la que socialistas y Ciudadanos podrían formar el tan deseado gobierno de centro para muchos españoles, algo que a pesar de la negativa de sus líderes se mantendrá en vilo y con presiones de todo tipo hasta pasadas las elecciones del próximo 26 de mayo. Mientras tanto, viviremos una agenda marcada por posibles pactos en detrimento de políticas locales o europeas.
Por otro lado, Sánchez no alcanzaría la mayoría con Unidas Podemos y podría pactar con Esquerra, avivando entre otros temas el debate de los indultos.
Por último cabría un Gobierno de PSOE, UP y nacionalistas no independentistas como PNV, Compromìs, PRC y Coalición por Melilla, una amalgama de formaciones que ya se ha demostrado que genera una inestabilidad mayor y dificultad legislativa.
En definitiva, el clima de campaña electoral durará al menos un mes más, y se presenta clave en el bloque de la derecha, donde se vaticina una batalla fratricida por el liderazgo en las históricas plazas del PP.