Opinión

La triple empalizada

La polarización política entre un bloque de derechas y otro de izquierdas con apoyatura nacionalista, que parece reflejar la campaña electoral, debe ser doblemente matizada en función de la memoria y de la realidad socioeconómica que el bipartito gobernante ha representado durante décadas.

Desde los gobiernos de Felipe González, y como consecuencia de la llamada construcción europea según el modelo de Maastricht, todos los gobiernos posteriores han seguido un mismo patrón con algunos matices diferenciadores según la siglas PSOE o PP: la política de privatizaciones en el sector público, las reformas laborales, la regresividad fiscal, la permisividad y la entrega ante las actuaciones de la banca privada, la inhibición en unos casos y en otros el protagonismo de ambas siglas en los casos de corrupción, cloacas del Estado o los escándalos re-gios ligados a negocios su-puestamente ilícitos de Juan Carlos I, la línea política ante Cataluña, mezcla de dejar que se pudra y autoritarismo en última instancia, que ha conducido al incremento del independentismo, una reforma constitucional -la del artículo 135- que ha invalidado títulos y artículos del a Constitución, la falta de criterio y firmeza en política internacional que ha conducido al Reino de España por caminos de incumplimiento de la legalidad de Naciones Unidas: guerras del golfo, Yugoslavia, Libia y ahora el golpe de Estado en Venezuela. Etc. etc. etc.

Solamente ha habido -y hay - posiciones muy encontradas entre ambas columnas del bipartito en lo referente a las políticas de género y determinados aspectos de los derechos individuales: interrupción del embarazo, eutanasia, homosexualidad, etc. La subida del SMI o la adecuación de la subida de las pensiones al IPC son medidas que aparentemente representan un giro a la izquierda del PSOE gobernante, tras la moción de censura y el apoyo del factorum de la misma, Unidos Podemos. Los 84 diputados actuales de Sánchez constituyen una excusa bien fundamentada para plantear medidas económicas y sociales de calado. Pero ¿serían posibles con otra correlación de fuerzas?

Si los resultados de las elecciones del 28 de abril son los que las encuestas avanzan, triunfo del PSOE, pero sin alcanzar la mayoría absoluta, la aritmética parlamentaria obligará a éste a decidir entre Unidas Podemos más los nacionalistas o Ciudadanos. La elección se decantará por esta última formación política.

Y las razones no son otras que la triple empalizada que el PSOE tendría que soslayar para formar un Gobierno no ortodoxo con la política dominante: Bruselas, el Ibex 35 y los poderes fácticos en el interno del partido de Sánchez; hibernados, pero en absoluto inanes.

Salvo que Unidas Podemos considere que formar parte del Gobierno sea un bien en sí mismo al que se deba sacrificar totalmente: programa, crédito, discurso y trayectoria. Cosa que considero muy improbable.

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