
María Sevilla vivía con dos hijos. Un chico de 11 años de su primer marido, Rafael Marcos, y una chica de seis años de su actual pareja, José Cantos, a los cuales tenía encerrados. Cuando la semana pasada los guardias entraron en la casa para liberar al chico, la chica se puso de rodillas para oler los zapatos de los guardas, como hubiera hecho un perrillo. "Cuando entramos en la casa desvencijada, se escondieron en una habitación y nos echaron a un perro de presa. La madre no dejaba que el niño respondiera a nuestras preguntas, hablaba por él".
Esta señora había creado una ONG llamada Infancia Libre, y para "liberar" a su hijo denunció a Rafael, el padre del chaval, acusándole de "abusar del niño"... y claro, como "las mujeres nunca mienten" (Carmen Calvo dixit), el padre tardó dos años en quitarse el mochuelo de abusador, hasta que un juez le dio la custodia del chico. Fue entonces cuando María Sevilla secuestró al muchacho y después de vagar por toda España lo escondió en una urbanización llamada Casalonga, a siete kilómetros de Villar de Cañas (Cuenca).
En marzo de 2017, a invitación de Podemos, esta mujer compareció en la Comisión de Derechos de la Infancia, lo cual muestra una vez más que el izquierdismo radical es más creyente que racional y también es capaz de comulgar con ruedas de molino.
Pues bien, éste de María Sevilla no es un caso tan raro. Durante el año 2018 muchas mujeres -concretamente 233- secuestraron a sus hijos pequeños para que no los vieran sus padres.
"Nunca podrás librarte de mí, del daño que te voy a hacer. No solo voy a arrancarte lo que más quieres. Te voy a hacer sufrir mientras dure tu vida", le dijo su esposa al hoy portavoz de Niños sin Derechos, Javier Somoza, que también dice lo siguiente: "Ellas sufren el síndrome de la perversa narcisista... Son personas sin empatía, que necesitan la aprobación de otros y cuando no la consiguen, buscan acabar contigo. El niño es utilizado como herramienta de destrucción. No los escolarizan. No los vacunan. Suelen cambiarlos de residencia constantemente". Antes de perder la custodia y de secuestrar a sus hijos, casi todas estas mujeres han denunciado y acusado falsamente de malos tratos a sus maridos o parejas, animadas a ello por el feminismo activista, como fue el caso de Juana Rivas, secuestradora de sus hijos que acabó condenada a cinco años de cárcel.
Todo esto merece un comentario pesimista: en España la igualdad ante la ley y la presunción de inocencia son atacadas con gran convicción y fuerza desde muchos frentes. Y como aquí las denuncias falsas no se persiguen, todo vale, especialmente contra los varones, pues ya se sabe que son unos maltratadores (de facto o en potencia).
Para evitar estos dislates bastaría con que se respetaran los derechos que consagra la Constitución (igualdad de derechos y presunción de inocencia) y no estaría mal tener aquí una ley como la que existe en el Reino Unido, según la cual se condena al falso denunciante a la mitad de la pena que le tocaría al denunciado en caso de probarse el delito.