
Durante 2017 se suicidaron en España 3.679 personas, mientras que los fallecidos en accidentes de tráfico fueron 1.943 y las muertes causadas por el VIH no llegaron a 500 (pero tampoco en los años más duros de esta enfermedad los muertos por su causa fueron más que los fallecidos por suicidio).
El suicidio ronda a nivel mundial los 800.000 muertos anuales y es la segunda causa de muerte entre los 15 años y los 30 años. De cada cuatro suicidios, tres son varones, aunque en los intentos no consumados las cifras se igualan entre varones y mujeres.
No se sabe bien por qué los medios de comunicación -que enfatizan hasta la náusea otras muertes- se autocensuran y no dan noticia alguna sobre estos fallecimientos, que en buena parte serían evitables si se siguieran en España las recomendaciones de la OMS y los poderes públicos se gastaran en esas prácticas una mínima parte de lo que gastan en prevenir y sancionar los accidentes de tráfico. Pero respecto al suicidio se ha impuesto la mayor opacidad y apenas hay inversión pública para prevenirlo. En 2014, la OMS recomendó a los Estados miembros unos protocolos que solo han sido recogidos por una treintena de países, entre los cuales no está España, aunque en 2017 la Comisión de Sanidad del Congreso aprobó la creación de un plan integral contra el suicidio. Ha de saberse que tres cuartas partes de los suicidios están precedidos de algún tipo de trastorno de salud mental, con la depresión a la cabeza. Cabe preguntarse si la censura sobre el suicidio ayuda a que no se produzca el "contagio". Diego García Fernández, periodista y estudioso del tema, nos informaba en una revista de Derecho (El cronista, nº 79) que el investigador austriaco Etzersdofer había comprobado que cuando los medios introducían normas de estilo para tratar la información de suicidios, descendía el número de suicidios e intentos en el Metro de Viena, que había llegado a ser preocupante en Austria en los años 80.
En Australia, otro estudio (de 1997) centrado en el suicidio de Kurt Cobain, reveló un descenso en las tasas de suicidio entre los 15 años y los 24 años, justo lo contrario de lo que otros trabajos habían encontrado en EEUU, y lo atribuyó a que el grueso de la cobertura mediática mantuvo un tono crítico con la decisión del artista y no fomentó el glamour en torno a su muerte.
Por otro lado, ya un estudio norteamericano de 2001 no encontró evidencia alguna entre las publicaciones de conductas suicidas y el "contagio". Al contrario, el conocimiento de conductas suicidas a través de los medios o de amigos y conocidos se asoció a un riesgo más bajo de intentos suicidas.
Se llega así a la conclusión de que con información pertinente y responsable la teoría de la imitación puede funcionar de forma disuasoria en un sentido positivo. No hay, pues, necesidad de ocultar los suicidios, a no ser, claro está, que detrás del silencio esté el hecho ya citado de que el 75% de los suicidas sean varones y eso le parezca políticamente incorrecto a la nueva Inquisición, que pretende imponer la agenda pública -y lo va consiguiendo- en contra de cualquier criterio sensato y en contra también del sentido común.