Opinión

BCE: Más Thatcher y menos 'QE'

Foto: Reuters.

La realidad muerde. Y está a punto de morder al Banco Central Europeo y al consenso de analistas. Hace un año les decía yo que bajo ningún concepto el BCE estaría en condiciones de subir los tipos de interés en 2019. Y lo decía totalmente en solitario. Seis meses después, ya no estaba tan solo. Ahora el BCE asume lo que es una evidencia: los tipos de interés no van a subir en 2019.

Aun así, creo que siguen yendo por detrás de la realidad, tanto el BCE como el consenso. En mi opinión, no es ya que no vayan a subir los tipos de interés este año. Es que la subida se aplazará sine die. Haría bien el BCE en pronunciar la palabra que el consenso mira con desprecio cuando algunos la decimos, porque la considera totalmente imposible en Europa: japonización. Es la palabra que describe ese estado de la economía en el que el crecimiento es muy bajo o inexistente y la inflación muy baja o negativa durante un largo periodo de tiempo. Si el consenso y el BCE quisieran situarse en la realidad, lo que tendrían que estar debatiendo no es cuando van a subir los tipos de interés, sino si la eurozona entrará o no en un proceso de japonización.

No ven lo que tienen delante, en todas las pantallas de información financiera: el mercado de bonos europeo ya se está japonizando. Y tiene un buen historial como indicador adelantado. Gran parte de los bonos soberanos de la eurozona ofrecen tipos de interés negativos desde hace tiempo y este jueves lo hizo por primera vez el bono alemán con vencimiento a diez años. Una señal muy importante.

En un momento dado, el consenso cambiará de rumbo y todos dirán que hacía tiempo que lo venían advirtiendo. Y el BCE empezará a tomar medidas más drásticas que las que anunció este jueves. Pero va detrás de los acontecimientos. Esas medidas no serán necesariamente malas para los mercados, al menos para el de bonos, cuyo precio se mueve de forma inversamente proporcional a los tipos de interés. Incluso podría sentarle bien a la bolsa, tan dependiente del dinero de los bancos centrales.

El problema lo vamos a tener en la economía real. Porque el BCE hace lo que puede y es de agradecer - habría que preguntarles a los que lo critican dónde estaríamos si no hubiera hecho nada -, pero ha quedado demostrado que tanto en Japón como en Europa las medidas puramente monetarias no son suficientes para salir de un estancamiento desinflacionista.

Porque ¿de qué sirve el dinero barato o incluso gratuito si, al no haber crecimiento económico, no hay demanda para iniciar negocios o incrementar la producción? ¿Para qué quiere dinero barato el que se esfuerza si al final el Estado se lo lleva todo vía impuestos? ¿Para qué sirve el dinero barato si la burocracia y el maremágnum regulatorio europeo anulan cualquier proyecto innovador?

Tenemos que tenerlo muy claro: la enfermedad europea no es financiera ni la cura el Banco Central. El mal que aqueja a Europa solo tiene una solución y es política. De nada va a servir que el BCE tome todas las medidas que quiera si no hay un gran plan político para resucitar el espíritu de trabajo, apoyar la innovación y fomentar el empresariado. Y lo peor es que ya sabemos cómo se hace y que lo que falta es valentía.

A finales de los años 70, hasta los grupos de rock ingleses abandonaban el país. Imagínense que hacían los empresarios. Los impuestos se llevaban el 80% de los ingresos. La cultura del esfuerzo había sido sustituida por la cultura del subsidio, -pagado con esos impuestos- y sindicatos híper poderosos impedían cualquier reforma. Hasta que llegó Margaret Thatcher. Aunque al final la señora Thatcher se pasó un par de pueblos y lo que empezó muy bien acabó yéndosele de las manos - olvidó que el sistema capitalista requiere bridas- , consiguió sacar a la economía británica del agujero en el que se encontraba y llevarla a un nivel empresarial y de prestigio económico y financiero que dura hasta hoy. Consiguió sacar al Reino Unido de su letargo de subvenciones, huelgas, im-puestos y excesos regulatorios, liberando así la capacidad de trabajo, innovación y espíritu empresarial del país.

Si los políticos europeos quieren realmente sacar a Europa de la euro esclerosis y evitar de paso el riesgo de japonización, lo que tienen que hacer es imitar a los japoneses. Pero no en la japonización, sino en su capacidad para copiar las ideas de otros, poniéndose a copiar lo que hizo Margaret Thatcher en los 80, aunque, eso sí, respetando siempre los logros sociales europeos y poniéndole bridas al caballo cuando empiece a galopar. No es incompatible.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky