Opinión

El chotis (II)

  • La actividad política ha devenido en una delirante exhibición de impostura
Foto: Archivo.

Si una organización o colectivo sedicentes de izquierdas asumen que -por serlo- representan una enmienda a la totalidad del sistema, debe consecuentemente asumir también la necesidad de una hoja de ruta que conduzca a dos escenarios: uno, la superación de la situación presente, y el otro, la construcción de la alternativa buscada. En el supuesto de que los objetivos se tengan claros y nítidos, solamente falta diseñar la hoja de ruta adecuada, porque eso constituye la prueba fehaciente de que existen proyecto y voluntad de llevarlo a cabo.

En esa perspectiva, una hoja de ruta conlleva la existencia de cinco universos de contenidos. En primer lugar precisa de un programa, que incluya las fases y los medios para su consecución. También un discurso, con el consecuente razonamiento y valores que lo informan. Organización, con una estructura colectiva deliberante y unida en la acción. En cuarto lugar precisa de alianzas, tanto tácticas y coyunturales como estratégicas y de largo recorrido. Y por último hegemonía, la consecución del consenso social y cultural necesario para ejercer de mayoría.

Por descabellado o ilusorio que hoy pueda parecer, la izquierda aspira a cambiar el mundo

Debemos ser conscientes de que la política española, en la generalidad de sus manifestaciones públicas y mediáticas, es una especie de plaga de irracionalidad, vulgaridad y zafiedad que va degradando en progresión geométrica el concepto y los contenidos de la vocación por lo público. De ser, por definición y necesidad, la búsqueda del bien común o al menos mayoritario, la visualización de la actividad política ha devenido en una delirante exhibición de impostura cutre y populachera.

En esta situación, agravada cotidianamente, la izquierda no puede permitirse en absoluto descender, ni siquiera aparentemente, a esos abismos que preludian las salidas autoritarias cuando no fascistas. Y lo tiene fácil si es capaz de aguantar, poner en marcha una hoja de ruta adecuada y todo ello con un dominio racional sobre los nervios y el tiempo. Y ello supone, entre otras muchas cosas, la prioridad del discurso lógico sobre el eslogan, el mensaje episódico del Twitter o la aparición en medios de comunicación sobre cualquier temática o a cualquier precio político. Por descabellado o ilusorio que hoy pueda parecer, la izquierda aspira a cambiar el mundo, no que el mundo -al que ella pretende ser alternativa- la cambie a ella precisamente. Una reflexión sobre el avance del pensamiento y los valores conservadores e irracionales nos ilustran suficientemente sobre lo que afirmo.

Y desde lo anteriormente expuesto a modo de marco de análisis, paso a comentar someramente algunas cuestiones referentes a nuestra izquierda (en la que me incluyo). Unidos Podemos hizo bien en apoyar la moción de censura contra Rajoy. Y también hizo bien en apoyar los Presupuestos Generales. Pero se equivocaría gravemente si ese apoyo táctico en función de medidas concretas se transforma en apoyo estratégico y definitorio de una política de largo alcance. Aquello del "Juntos podemos" o aquello otro del "obligar a girar a la izquierda al PSOE" se ha visto invalidado por la experiencia. En Andalucía, si se tiene o quiere tener memoria, se sabe sobradamente.

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