
Es un gran avance disponer del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima. Necesitábamos una hoja de ruta que concretase cómo vamos a hacer la transición ecológica y nuestro nivel de ambición.
Resulta también una excepcional noticia que se trace una transformación justa, ya que no es posible una transición ecológica si las personas no pueden vivirla dignamente.
Los mecanismos y objetivos marcados para reducir la huella de carbono de diversos sectores productivos como la energía, la movilidad o la edificación son ineludibles para la descarbonización de la actividad económica. Se puede estar más o menos de acuerdo en la ambición de las metas y los plazos para alcanzarlas, pero no cabe duda de que se incrementa de forma radical y posibilista el compromiso del país y su alineamiento con los acuerdos de París. Personalmente, echo en falta la inclusión de compromisos en la actividad agrícola y ganadera, en un país en el que este sector es tan relevante, y donde ya existen opciones como la agricultura ecológica para impulsar una economía sostenible.
Por otro lado, si queremos asegurar la eficacia del Plan, es imprescindible contar con el compromiso del sector financiero. Las finanzas son un motor crítico en la orientación de la economía: si el sector financiero pone el foco en un ámbito de la economía o en otro, el desarrollo de los sectores en cuestión se transforma radicalmente. Si el mundo financiero no establece objetivos claros en un plan de acción, no tendrá ningún incentivo para orientarse al cambio, y tomará un papel reactivo, manteniendo el foco en maximizar su rentabilidad. En el camino del cambio, necesitamos unas finanzas que dejen atrás la especulación y las burbujas, y que propulsen la transición hacia una economía real, descarbonizada y justa. Sus estrategias de negocio deben alinearse con la generación de valor social de manera genuina y determinada, financiando a personas e iniciativas que pongan al ser humano y el cuidado del planeta en el centro.
El sector financiero debería disponer de compromisos en diversas fases, bajo tres principios básicos y por este orden: transparencia sobre la huella de carbono que genera su cartera de préstamos y de inversión, dejar de financiar las actividades y empresas contaminantes, y poner a disposición de la nueva economía baja en carbono la financiación necesaria. No es aceptable que la transformación de los balances del sector financiero no disponga de un plan de acción.
En el corto plazo, en uno o dos años, el sistema financiero debería reportar de manera transparente la huella de carbono de sus carteras de préstamo. Existen metodologías reconocidas internacionalmente para medir la huella del sector financiero como PCAF (Platform for Carbon Accounting Financials). Si cada fabricante de vehículos debe informar con transparencia sobre sus modelos y sus emisiones, ¿por qué no podemos saber lo mismo sobre la actividad de los bancos?
Igualmente, se deben establecer compromisos de reducción de la huella de las carteras de préstamos e inversión para 2025, 2030 y 2040, como se le exige al resto de sectores que impactan significativamente en el volumen de emisiones. La reducción de la huella de carbono de las carteras de préstamos de los bancos pasa por dos posibilidades: bien por la disminución de las emisiones de sus clientes financiados, o bien por la salida de financiaciones emisoras que no actúan por una economía sostenible. Tener objetivos de reducción favorecerá un dialogo enriquecedor entre bancos y empresas sobre sus caminos de transición.
En el medio plazo, de tres a cinco años, el sector financiero debería disponer de mecanismos que aseguren que los riesgos climáticos están debidamente reflejados en la solvencia de las entidades, como son unos mayores requerimientos de capital para las carteras de inversiones en la economía carbonizada. Resultará esencial también un marco fiscal con mayor gravamen para las inversiones contaminantes, que pueda ser utilizado para financiar la transición justa.
Por último, las entidades financieras deberían disponer de un aspecto más: estrategias explícitas de asignación de recursos para financiar la actividad económica descarbonizada.
Para que el plan de acción para una economía baja en carbono sea eficaz, necesitamos objetivos claros y el compromiso efectivo del sector financiero. Es posible y exigible.